martes, 10 de mayo de 2011

Marido en toda regla

Antiguamente -y hasta no hace mucho- al ciclo menstrual se lo relacionaba con la luna, así pues a la regla le llamaban "luna". Con la luna llena se producía la regla de las vírgenes y con la luna menguante el ciclo de las mujeres adultas (??). Pero eso es historia. Verdades y mitos que no hacen al propósito de mi reflexión (??).
No hay cosa que irrite más a las mujeres que mentarles la regla. Y en parte tienen razón, casi nunca lo hacemos con buena leche. Cuando están de mal humor o nos critican en exceso, adjudicamos inmediatamente el asunto a la cuestión menstrual. Siempre. A veces estamos en lo cierto. Y aunque tienen esa cita mensualmente -excepto que haya sucedido un pequeño acontecimiento, bueno, pequeño al principio, después hay que ver como crece-, no suelen admitirlo de buen grado. No. No les gusta. Por lo general asumen que les trastoca un poco el carácter, en mayor o menor medida según el metabolismo, pero que uno, hombre, lo observe aunque lo haga con el máximo cariño y la mejor intención no les vale. No hay sutileza posible:
-¿Te estás por indisponer, mi amor?
-¡Por qué no te vas un poco a la mierda, pelotudo!
Y esa es la confirmación. Está por "bajarle", o "venirle", o como demonios les suene mejor ¡tiene tantos nombres! Período, regla, menstruo, ¡luna!...el tema es que no lo digamos nosotros a menos que podamos exhibir un título de médico, y eso tampoco te sirve si eres "su" hombre.
¡Pero si es algo natural! ¡Es saludable! Solo en sociedades primitivas, hoy, pleno siglo veintiuno, es un tema tabú. ¿A qué viene tanto berrinche, entonces, en medio de nuestra sociedad tan evolucionada y superpoblada de publicidad de tampones y toallitas con alas, con gel, con canales, con desodorante, hasta a la hora del almuerzo? ¿Eh?
Sin embargo, con todo, son días en los que mejor no hablar de dinero, por ejemplo. Mucho menos si la economía doméstica anda un poco floja, vió. Y si se pone a limpiar la casa al estilo Mónica de "Friends", mejor buscarse una actividad, si es que no la había, fuera del hogar. Durante un tiempo prudencial. Lo recomendable: una semana. Pero esta es una opción que no ha traído buenos resultados. Posiblemente, no digo que pase pero podría pasar, la vuelta sea bastante peor que la ida.
Mi mujer suele hacer esfuerzos increíbles con tal de no demostrar cambio alguno ¡como si yo no supiese! -también llevo la cuenta pero como no es muy regular suelo cometer errores-, y lo hace para que nada de lo que diga o haga pase por el tamiz del ciclo menstrual. Me explico: Si me dice que soy un inútil, es por que lo soy. Y punto. O muy bruto, o muy sucio. Pero, ojo, que no hay en sus palabras nada, absolutamente nada, que no sea la más precisa objetividad, ¡qué, bah! ¡no se trata de cuestiones hormonales que puedan estar en ebullición, entre lípidos, prótidos y glúcidos, y ni hablar si la prostaglandina se pone pesada!
Mis hijos, los varones en especial, irresponsables como son, y pícaros, huyen en cuanto ven síntomas de un campo minado. Por lo cual, como corresponde, me quedo solo como un jabalí en un coto de caza. Y es en vano la máxima paciencia de la uno pueda sacar pecho: en algún momento del día, la tarde, o la noche, cometemos un fallo. Seguro. Una respuesta subida de tono, una distracción derivada de la frágil concentración típica de los hombres, como pueden ser: una modelo de la tele que vende algo que no es para nosotros pero está muy buena, una jugada de gol ¡uy, casi, casi...perdón, mientras escribía estaban pasando los goles de...se lo anularon ¡se lo anularon! Bueno...¡ah! sí, la cuestión es que pisamos el palito. La cagamos, en una palabra. Se te cae encima todo lo que a su vez ella estaba conteniéndose de decirte porque no encontraba el resquicio entre tantos algodones que esparcimos por la casa. Y si no, es eso, justamente eso, lo que las saca de quicio. La evidente y exagerada condescendencia, al extremo de convertirnos, nosotros, en un fastidio real y silencioso.
Y ya tenemos la riada a nuestros pies. Aunque sería más preciso decir, en nuestras cabezas. Lo mejor entonces es dejar que todo fluya con naturalidad, sin tener que hacer un curso de yoga, ni nada. Que fluya. Además, tanto para ellas como para nosotros, sus parejas, es cuestión de tiempo nomás. Por si acaso estoy leyendo bastante sobre esa otra etapa que viene después, cómo la llaman...en fín...es la...¡qué increíble el gol que le anularon! tengo que escribir algo de fútbol...¡Hay cada arbitro, por Dios!

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