viernes, 30 de diciembre de 2011

Deportivamente hablando...de sexo.

En términos estrictamente futbolísticos ganar por la mínima diferencia -1 a 0-, y ante el rival de toda la vida, es mejor que por goleada. A quienes no les interese el fútbol no lo van a entender fácilmente, claro: se trata del goce por el sufrimiento ajeno. Y si es en el último minuto del tiempo añadido, aún mejor. Esto en el sexo no es así. El mejor resultado, para un hombre –aunque sé que muchas mujeres también estarían de acuerdo-, es “perder” 1-2, o 2-3, o 2-4…o 3-6 (vaya goleada).
Si el hombre “gana” 1-0, y desde el primer minuto, es fatal.
Un empate no solo es válido, es un gran resultado. Siempre y cuando se haya abierto el marcador, porque un cero a cero es preocupante.
Muchos al revés del fútbol, prefieren el sufrimiento propio si genera el goce ajeno.
Si en vez del fútbol, extrapolamos el baloncesto, obtenemos contradicciones parecidas: Aquí marcar un doble o un triple, en ocasiones no es lo más indicado. Es preferible que de vueltas alrededor del aro y no enceste. El juego puede seguir, y todos felices y contentos.
La equitación también tiene lo suyo. Pero depende del equino. O la equina.
Volviendo al fútbol –que tiene mucha miga, y es más popular-, de nuevo notamos extraños paralelismos a la inversa: si te muestran la tarjeta roja no solo no te echan, seguís jugando aunque te den más de siete fechas. Y los goles los podés gritar a pleno. Y a dúo.
Peligro: si te encuentras un gol en propia puerta, seguro, es que entró un “espontáneo” en la cancha. ¡Ojo! Es lo que tiene ir a jugar de visitante sin conocer previamente el terreno. Ahí sí que perder es perder.
Otra cosa: si la parás con la mano no te cuentan los segundos, pero si la sostenés mucho tiempo puede que alguien se vaya al entretiempo con cierta frustración.
En el fútbol como en el sexo se usa mucho el culo. Y no precisamente en sentido figurado, ni en alusión a la buena suerte. En el balompié es para mantener a distancia a tu marcador. En el sexo, bueno, ya sabemos…es al revés. Y aquí si vale embarrar la cancha. Depende de la estrategia o la brusquedad del encuentro.
Rivales “camuflados”: Esto a veces arruina lo que podría haber llegado a ser un gran partido. Es lo que se dice, un “tapado”. Y no sirve jugar de igual a igual. Bueno, para algunos tal vez, y les va como anillo al dedo. Justamente.
Aquí eso del “fair play” es relativo. Por eso muchos prefieren deportes solitarios. El lanzamiento de jabalina, por ejemplo. Se compite, pero el precalentamiento, el lanzamiento, y luego el festejo, es cosa de uno solo. Como las acróbatas que hacen mil piruetas sobre un banco, en apariencia, frío y tosco. Para gustos.
La cuestión es mantener el estado físico.
Claro que depende de la edad. Siempre hay que buscar lo más apropiado.
Con cierta cantidad de años encima con arrimar el bochín es más que suficiente. Es el juego de las bochas. Se anda despacito, se lanza la bocha con delicadeza, como en cámara lenta, y se juega ya, por supuesto, entre amigos. Y hasta le cuentas como te fue en tu última visita al proctólogo.
De nuevo en el fútbol. De joven podés jugar varios partidos en el día, y volver a jugar de noche, con distintos rivales y en diferentes equipos. Y mucho balonazo, y correr por la raya. Siempre por la raya. Porque hay que tener estado para subir y bajar quinientas veces. Sí, como Di María, hasta parecer un pollo sin cabeza, que cuando ven que lo van a cambiar por otro, ¡corre todavía más! Aunque para pelados veloces: Roberto Carlos. Es cierto que ahora está más para arrimar el bochín que otra cosa.
También el tenis. Hay a quienes les gusta la pareja de dobles. La recibe uno, se la tira al otro; todos se mueven, uno por detrás, otro por delante. Hay parejas más ganadoras que otras, pero divertir se divierten todos. Y al final ¡todos a las duchas!
Para variedad, lo que se dice variedad: Sumo. Que te agarro, que agarras, que te tiro, que me tiras. Un sarandeo para aquí, otro para allá. Muslos hay de sobra…y tetas también. Y lo mejor de todo: nadie se avergüenza de su tripa.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

¡Facebook me mata! -segunda parte- La libertad

¡Qué cantidad de parejas destruidas por el puto Facebook!, exclamó mi amiga, después de recibir telefónicamente el último anuncio de ruptura amorosa. Ya estarían destruidas desde antes, pienso yo, le respondí, dudando de mis propias palabras. ¡No; no, “esto” de Facebook es terrible!, insistió sabiendo detalles que seguro yo ignoraba. ¿Viste lo del tipo ese que echaron del trabajo? ¡Otro! Por poner en su muro: si me saco la lotería de Navidad los mando a todos estos m…a la m…Claro, lo leyeron sus jefes y lo echaron, así nomás, salió en el diario y todo ¿no lo viste?
Bueno, pensé, en estos tiempos hay que ser cuidadoso con lo que uno escribe en la red, en cualquier parte, y por insignificante que parezca. Justamente yo, que si algo no tengo es eso: cuidado. Escribo exactamente lo que me viene en gana. Siempre digo que si no soy libre para expresarme en mi propio blog ¡Para qué tengo un blog! Ahora, eso sí, Facebook tiene un imán para “para meter la patita”, como diría Cortázar. Además de gente sorprendente, está lleno de “Wikileaks”, de mirones, de correveydiles, de envidiosos, de arrogantes, de ególatras, de narcisistas…y sobre todo mucha soledad e insatisfacción. Sobre todo soledad. Lo del tipo que echaron me parece una jodienda, pero la verdad, es que no estuvo muy acertado con su euforia previa, epa, que es una red social. Y tiene muchas formas de acceso, y puntos de observación. Más aún si uno deja su ordenador en el trabajo ¡con la contraseña puesta! Que no sé si era este el caso. Después, además, la cantidad de amigos, de amigos, de amigos, que muchos de amigo nada, que al final no sabes quién se mandó el chivatazo: ¡Mira lo que puso éste! ¡Juá!...y te echan. Y todos calladitos.
En una pareja, ni hablar: son “amigos” entre sí, lo que ya es, ¿no? ¿Qué necesidad tienen de “tenerse” ahí si ya duermen juntos? Si todo, absolutamente todo, se lo pueden contar hasta en el baño cuando uno va a hacer pis y el otro se está cepillando los dientes. Y se ponen “me gusta” y ambos están en el salón cada uno con su portátil (¿?) y uno mira al otro y le guiña un ojo. Estamos muy, pero que muy enviciados.
Luego, claro, surgen los problemas, y la relación se vuelve asfixiante. Y ni hablar de la sospecha. Porque claro, uno le da un “me gusta” a fulana o a zutano, y el otro lo ve. O tal ahora es amigo de…y se ve quién solicitó la amistad. O los correos “privados” que saltan a la vista con numeritos rojos, y empiezan a volverse una alarma para el que anda sospechando. Y además quienes andan “sueltos o “sueltas”, no tienen el menor empacho en llenar de comentarios sugestivos e insinuantes, las fotos y publicaciones de la/el que le parecen interesantes…aunque sean con la mejor intención del mundo.
Si a todo esto sumamos las horas que te puedes pasar mirando las supuestas bienaventuranzas ajenas –aún aquellas en donde no has sido invitado: perfiles abiertos a todo público ex profeso o por error-, las neuronas van muriendo por una mezcla de frustración y envidia letal: ¡Guau! Qué cochazo se compró fulanito; ¿¡Viajó a Alaska la desgraciada!?; ¡Hum! Esa, seguro que se hizo algo en la cara ¡no puede estar igual que hace quince años!; ¡Qué bien que se la pasa éste! ¡Está siempre de fiesta! Claro, no tiene hijos…
Esto multiplicado por horas, días, semanas, meses…explota. Y la primera víctima de la deflagración es el mirón/na, la segunda, su pareja, y así sucesivamente como las fichas del dominó.
Ni que hablar de los/las que viven pendientes de sus Iphone o similares. ¡Insoportables! Solo por eso una pareja se desmorona.
Pero el voyeurismo virtual, indiscriminado y compulsivo, es lo que masacra más neuronas que cualquier otra cosa. Y rompe más parejas. Esa contemplación extasiada de existencias aparentemente satisfechas de gente común y corriente que podrían ser uno pero son otros. Entonces, se hacen números, se cotejan fechas de nacimiento, lugares, colegios, siempre comparándolos con la vida propia, como si de esa extraña ecuación pudiese aparecer la respuesta del por qué me toca a mí esta vida sin pena ni gloria, aburrida. Y otra vez. Observar a su propia pareja con un dejo de bronca y lástima: ¿Por qué me casé con “esto”? Como si la culpa de su propia mediocridad hubiese llegado soterrada bajo la cara, ahora más vieja, del cónyuge.
Finalmente, creo, lo que más socaba una relación, siempre hablando de Facebook, por supuesto, es la libertad, simulada o no de sus protagonistas. La libertad que imaginamos tienen los otros. Por sus viajes, sus amoríos, sus fiestas, ¡hasta sus protestas! La libertad. Siempre seductora, siempre sensual, siempre irresistible. La libertad, y su infinita gama de posibilidades. Es casi imposible evitar su “virus” y los espíritus más vulnerables, los de uno o ambos componentes de parejas de años, ya devorados por la carcoma de la rutina, acaban sucumbiendo. La libertad, el gusanillo.
Pero no nos engañemos, Facebook es solo una ventana más del cosmos de internet. Si alguien se asoma muy seguido a esa ventana es porque busca algo diferente de lo cotidiano. A veces lo encuentran y dejan el mundo virtual por el real. Otros solo desean divertirse un rato con “amigos”. Muchos acaban, de tanto asomarse, cayendo al vacío. En especial el de sus vidas. Pero Facebook es solo una herramienta, una maravillosa herramienta, sí, pero como cualquier herramienta, todo depende del uso y abuso que le demos. Lo miserable o noble, siempre está dentro de nosotros. Como la libertad.

domingo, 18 de diciembre de 2011

¡Facebook me mata! -parte uno-

Más que una obsesión. Nos hemos vuelto adictos al punto que ya ni miramos el Hotmail…ni siquiera el youtube. Todo es Facebook: el correo, las noticias, el chusmerío, los vídeos, los juegos…Hay gente que vive paranoica y ante el mínimo click del móvil de alguien haciendo una foto, se desesperan: “Eh, eeehhh! No vas a meter esa “fotito” en Facebook, ojo…”. Si van a una fiesta están con un ojo en algo que les interesa y otro en los flashes.
En otra entrada de mi blog, hablé de las “ex” y los “ex” en FB. Pero el universo de pasiones y soledades de este nuevo “juguete” de la comunicación no tiene límites. Si bien es cierto que la mayor parte, el grueso de la información que circula por su escaparate es sólo eso, es decir, un asunto virtual, hasta en lo aparentemente afectuoso o comprometido, que por lo general se queda en apariencia y mera gesticulación de una simpatía que no es tal…se trata más bien de “estar”, de decir “presente”. Aún en asuntos intrascendentes para el propio autor de la foto, el chiste, la noticia, la denuncia o lo que sea. Pero ahí ya aparecen tres o cuatro con su “me gusta”, y algún que otro haciendo un comentario menos trascendente aún, o deliberadamente egocéntrico, que no viene a cuento de nada. Y a este también se le cuelgan un par de “me gusta”. ¿Por qué no? Si es gratis, y rápido. Un toque y ahí estamos, sumando nuestros nombres. Aunque más no sea para llamar la atención de alguien que diga: “¿Quién es este?”, entonces se mete en tu perfil, ve tu información y: “Ah, mira, le gusta Woody Allen y Bukowski…intelectual…le solicito amistad!”. O si no: “Ah, mira, le gusta Woody Allen y Bukowski…carroza…qué aburrido, puaj!”. Y así crecen las amistades como setas. Los “amigos”. Mi experiencia reciente en cuanto a este temita del “compromiso” virtual me a mostrado una cosa curiosa: si dicen que “quizá asistan” (a tu recital, por ejemplo), es seguro que no van. Y si ponen que van a asistir, casi seguro, tampoco van. Muchos se quejan luego, y hasta aparecen los que se habían “comprometido”, poniendo un “me gusta” ¡a la queja! “Falluterías” al margen, hay quienes, claro, no asistieron por verdaderos motivos, pero sí es verdad, lo he cotejado, la mayoría lo hace (poner que van a ir) por “cortesía”. Así pues muchos artistas, escritores, etc, confían, y promocionan, su espectáculo o su estreno, o la presentación de su obra, imaginando un lleno total. Resultado: Van un montón de desconocidos que se enteraron de “boca en boca”, y de los virtuales ¡ni el tato! ¿Los virtuales?, los “amigos”, por supuesto.
¿Qué pasa con otros tipos de citas? Bueno, eso es un tema, como diría Einstein, relativo. Si es uno a uno, o uno contra uno, o sobre uno, la asistencia tiene un alto poder de convocatoria. Aunque de artístico poco, parece que de satisfacción bastante, y el “me gusta” queda relegado solo y exclusivamente a los dos participantes. Aunque no falta el comedido que mete su “me gusta” donde no le corresponde, y su comentario donde tampoco le cabe.
En política más de lo mismo. Sin excepción de ideologías, aunque hay unas que tiene más tirón que otras, of course. La cantidad de gente que se adhiere a propuestas “revolucionarias”, “contestatarias”, “protestatarias”, y de otras “arias”, es casi infinita. Además de las subidas de tono en los comentarios: “Sí, hay que matarlos a todos ¡a por ellos”. Y yo estoy convencido que lo ha escrito un tipo –o una tipa-, muy repanchigado en el sofá de su casa, en el intermedio de la peli que miraba. Tal vez una de Chuck Norris, o de Jean Claude Van Damme. Vamos, que su compromiso duraba los cinco minutos de tanda publicitaria.
¿Con los animalitos? ¿Y las plantitas? Igual. Igual, si es que el asunto es muy simple. Excepto el que se ha molestado en “colgar” la propuesta, y quienes la han compartido, el resto se suma con un automatismo digno de asombro. Diez segundos después lo único que le recuerda que le dio al “me gusta” en el proyecto de enviar una sonda a la luna con semillas de amapola en su interior, o de juntar dinero para una expedición ecologista a la cima del Himalaya para colgar un cartel de papel, por supuesto ecológico, que diga de la importancia de preservar la extraña variedad de caléndulas que está a punto de extinguirse en el Mato Grosso, digo, lo único que se lo recuerda es que aparezca el “ a ti y a otros dos mil más le gusta”.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Sexografías: "Brujas", "Ogros" y resurrecciones.

-¿Sabés lo que te faltó decir? Es quién se transforma primero, si el “ogro” o la “bruja”, entendés-, me cuestionaba mi amiga Julieta, -porque no creo que de la mañana a la noche, y poniéndose de acuerdo, los dos salten de la cama convertidos…siempre hay una de las partes que se transformará primero, digo, ¿no?
Le expliqué que eso sería como buscar un responsable, y en una pareja, como dicen las “viejas de barrio”, las cosas son de dos. Aunque, acotaría yo, las más de las veces son de tres…y hasta de cuatro, o de cinco, si me apuran. Y con el Facebook se multiplican hasta el infinito. Dependiendo de la cantidad de “amigos”, claro.
Sebastián, un amigo, de carne y hueso, me preguntó otra cosa:
-¿Sabés cuánto tarda un “ogro” en convertirse en hombre?
-No-, le respondí intrigado, y sorprendido.
-Un segundo-, respondió con sonrisa maliciosa. Y me hizo caer.
-¿Tan rápido?-, pregunté siguiéndole el juego.
-Bueno, depende de lo que haya durado el primero-, se rió satisfecho de su invención.
No está mal, pensé. Por lo general entre “ogros” y “brujas”, uno ya es demasiado, y en una semana, o al mes. Así que si se repite en una misma noche algo cambió o está por cambiar. O es la despedida. Igual ese hecho –la repetición del acto sexual entre dos infortunados-, puede ser un síntoma de resurrección. O la recuperación súbita que precede a la muerte. Siempre hablando de la parte humana que ahora está abducida por los desagradables personajes míticos de la cotidianeidad.
De todos modos Sebas me aclaró: Yo habló del “ogro” con otra mujer, humana, ¿me entendés?, no con la “bruja”. Con esa ni un millón de años…luz.
Le contesté que desde mi punto de vista el sexo, si bien es esencial, puede llegar a sublimarse en situaciones extremas, y el amor entre ambas personas permanece inalterable. Una cosa es la pasión desenfrenada que se dosifica con el paso del tiempo, y otra el “brujismo” y el “ogreísmo”. Uno de los factores fundamentales para la aparición de éstos es el tiempo. Tiempo de hervor, tiempo de cocción, tiempo de deglución, tiempo de digestión y…tiempo muerto. En cuál estadio de la relación surgen los nefandos personajes, es imprevisible. No hay fórmulas. Quizá alguna que otra estadística no muy fiable, de esas que se publican en las revistas de supuesto valor científico. Nada. Más aún cuando hay otro elemento tan vital como incontrolable: el deseo. Este te puede llevar al milagro o la tragedia.
(Mientras yo me esforzaba por desarrollar una supuesta “teoría” más o menos coherente, mi amigo miraba las piernas cruzadas de una bonita dama, que todo hay que decirlo, también acaparó mi atención unos instantes. Hasta que se fue, concretamente).
-¿Te sigo contando?
-Sí, sí, seguí, seguí-, insistió Sebas, nuevamente interesado en el tema.
Bueno, como te estaba diciendo, son muchísimos los factores que acaban degenerando la fisonomía humana hasta convertirla en “bruja” u “ogro”. Y ese proceso no es fácilmente reversible. No basta con “más sexo”. Ni tener más sexo rehabilita la desmoronada estructura de un matrimonio en ruinas. Lo esencial es el amor, y es lo que se ha evaporado. Cualquier proeza amatoria no hace otra cosa que certificar la ausencia de lo esencial.
Sebas insistió, apuntándome un par de ejemplos de gente conocida por ambos, en que igual es posible revertir el proceso. “Brujas” que han vuelto a ser mujeres con sus respectivos “ogros” reconvertidos en hombres.
-Lo dijiste vos: no hay fórmulas. Y es algo así como una “resurrección”…
-No me decías hace un momento que “ni en cien años…luz”.
-Bueno, es que si no, no me cerraba el chiste…lo del “segundo” y todo eso…lo que yo pienso es que no hay reglas-, se puso serio, al fin, -y si no hay reglas es que hay libertad, y si hay libertad hay elección, y se elige a aquel o a aquella que en algún momento parecía un “ogro” o una “bruja”, es que hay grandes probabilidades de que sea amor, ¿no? ¿No hablabas de lo esencial hace un momento? No digo un amor, así, apasionado. Algo más templado, sabés…más equilibrado…Apasionado pero no tonto…
-Con respeto mutuo…
-Eso, claro, ¿no es lo primero que notás entre “brujas” y “ogros”, la falta de respeto?
-Pues sí…¿Y vos crees que es posible recuperar el respeto cuando ya se han hecho tantas heridas? Cómo se recupera la confianza, antes de nada. Porqué tenés que confiar en que no se va a perder nunca más el respeto, ¿entendés?
-Mirá, yo conozco gente que lo ha logrado. Cómo, y no sé, pero ahí están, y muy felices…
-Cuando se pierde el respeto, puede que hayan formas de recuperarlo, pero te aseguro que cuando se pierde la confianza, no la encontrás nunca más.
-No decías que lo esencial es el amor…
-El amor es confianza.

domingo, 4 de diciembre de 2011

SEXOGRAFIAS: Confesiones de ex "Brujas" y ex "Ogros"

ROSA M. L. ex Bruja
¿Sabés lo que es estar harta? Claro, vos, como hombre lo ves de otra manera. Del otro lado. Mirá, te doy un pequeño detalle: a mí no me gusta el fútbol. Para nada. Ni lo entiendo, ni me importa. ¿Qué cómo me casé con un fanático? José no era así. Se soltó después. Sí; miraba un partido de tanto en tanto. Como cualquier tipo. Lo normal, bah. Pero esto es solo un detalle, un pequeñísimo ejemplo de lo que parece ser y no es. O mejor dicho: lo que venía agazapado en el envase y no se mencionaba en el prospecto, entendés. Ahí también venía el “ogro”, sí, no te rías, propiamente un “ogro”, y no era que tenía que frotar la lámpara para que apareciese el genio, bueno, el mal genio, ¡salía solito! Un “ogro” con mal aliento incluido; sucio, desarreglado, de un humor imposible, malos modos, en fin…un “ogro”. Se “volvió” machista y para colmo, esto sí que ya me daba…asco: pajero. ¡La cantidad de páginas porno que tenía en su computadora era de escándalo! No sé…¿Cómo se sentirían ustedes si nosotras nos la pasásemos mirando tipos jovencitos con unas tremendas...? ¿A qué los pondría enfermos?
Con Felipe es diferente. Es un intelectual…es amoroso. Hasta se sienta en el inodoro para no mear afuera. Lo importante es que él hace su vida y yo la mía. Esa es la clave. No me pone cara de “ogro” cuando vuelvo tarde, o se me ocurre ir sola al cine…o no hice la comida. Es libertad, sabés, li-ber-tad.
Con José tuvimos dos hijos, y los dos están muy bien. Se llevan bien con Felipe –como él no tiene ninguno los quiere como si fuesen de él, con sus límites, claro-. José no llevó bien el tema de la separación. Al principio yo tampoco, imaginate, después de casi veinte años. Felipe me ayudo mucho. Si no fuese por él, no sé…me ahogaba, sabés…parecía que vivía la vida de otra a la fuerza, sí, a lo último sentía que estaba cumpliendo una condena. Me decía a mi misma: “Esperá, aguantá un poco más, cada vez falta menos”. No sabía para qué, pero sabía que un día se acabaría el suplicio. No, no exagero, un verdadero suplicio. Ustedes no tienen ni idea de lo insoportables, insufribles, ¡pesados! que pueden llegar a ser…ni idea. ¡Encima nos llaman “brujas”! Voy a ver a la “bruja”; a ver qué cocinó la “bruja”; lo que pasa es que la “bruja” no me planchó la camisa…”la bruja”. Ahí tenés a la “bruja”, a ver quién te aguanta ahora…La verdad es que recordar ciertas cosas me saca de quicio…me vuelve una “bruja”, já. Otra cosa que me viene a la cabeza es la mirada perdida. Les hablás de cosas que para una son importantes, y deberían serlas también para él, como la salud de los hijos ni más ni menos, y te das cuenta que tienen la vista posada en vaya saber que estupidez…¡Como vos ahora! ¿Ves? Es eso…ustedes son así, tal cual. ¿Felipe? El me escucha. ¿Qué un día se convierta en ogro? Le doy una patada en el culo, y mucho más rápido…¿Vos te crees que me voy a pasar los últimos años de mi vida con otro marmota? No, no…Te aclaro una cosa: a nosotras no nos basta con que lo “haga bien”. Llega un momento en el que sin mucho mimo, pero mucho, eh, no hay modo de tener ganas…a ustedes se les para y listo ¡a la carga! Creen que somos un recipiente…A la única previa que le prestan atención es a la del clásico del domingo…Y del después ni hablar, se dan vuelta, y a roncar…”Ogros”…Ahora, eso sí, cuando ya te hartaste, cuando ya pasaste ¿cómo dice la canción? ¿”Mil noches en vela”? Sí; la del Sabina, esa…Cuando decís basta, hasta aquí llegué, aparece como del fondo de la historia un tipo que apenas se parece a aquel del que te enamoraste, porque apenas se parece, y no porque esté viejo sino porque una cambió, sabés, y ya hoy no te casarías con un tipo así…la verdad…Y te viene llorando: “que por qué ahora”, “qué por qué así”…no se dan cuenta. ¡Creen que es la mamá la que los abandona! ¡La mamá! Ni en ese instante son conscientes…Eso sí, te termina de reafirmar en lo necesario y urgente de tu decisión. Y lo que te decía antes, yo ya tengo dos hijos, suficiente, cumplí con la sociedad y la naturaleza, listo…
¿Si tengo miedo de terminar sola? Si viví tantos años sola, soportando a un semi desconocido en mi cama que no sabés con qué te va a salir…¿miedo? No, no, miedo tenía antes, además te voy a decir algo que le escuché a otra mujer: No hay peor soledad que la soledad compartida.

JUAN E.G. ex Ogro
Reconozco que tenía razón, digo, la Mirta cuando se separó de mí. Bah, se fue. Es cierto que me llevó un tiempo asumirlo, sabés, un tiempo con Normita, otro con Julieta, otro con María, y otros tres o cuatro tiempos más cortos con…bueno, no me acuerdo de todos los nombres…todas buenas pibas, eh, muy buenas pibas. Con Julieta me hubiese casado, ves, pero ella también venía muy golpeada. Y sí, el “dorima” la “fajaba”. Eso sí que es duro. Nosotros somos de otra generación, una mezcla. Por un lado el Rock and Roll, el amor libre…todo eso…y por otro somos como la vieja guardia del tango, con conceptos más bien arcaicos; el orgullo de la familia “unita” como decían los “tanos”. El rol del hombre en el trabajo, el rol de la mujer en el hogar…Rock por un lado y rol por otro, parece joda, já. Pero es así. Volviendo a “lo de Mirta”, sí, al final le di la razón. Al final me refiero a más de un año después. Igual te quedan pequeñas cositas…resentimientos…¿Viste el dicho “el que se quema con leche ve una vaca y llora”? Bueno, eso. Yo veo un gesto, un ademán, cualquier síntoma de acritud, y me digo: ahí está la “bruja”. No les aguanto una. Con Normita me agarré un calentón bárbaro. Claro, hacía muy poco que me había separado y andaba, ya sabés…imaginate, quince años de casado con sus buenas y sus malas…bueno, Normita me invitó a quedarme a dormir dos o tres fines de semana en su casa, al cuarto, un domingo, me acuerdo, a la mañana, salí del baño y entró ella, y así como entró, salió hecha una…una “bruja”. El rostro transfigurado, nada que ver con la “sonrisitas”…propiamente una “bruja”. Que fuese la última vez que dejaba esas gotitas en el suelo…yo estaba medio dormido, che, ¿me entendés? Pero ahí me desperté del todo. Agarré mis ropas, le di un beso, y le dije que la llamaría…algún día. Una cosa es que te lo digan bien y otra que entren en confianza como para sacudirte un escobazo. En realidad no lo piensan, son pura hormona. Y eso es lo que sucede desde que me separé: No puedo ver a una mujer sin imaginarme la “bruja” que llevan dentro. A veces hasta calculo, depende de la historia que me cuenten, o como la cuenten: ¡Hum! Esta se convierte en un mes, ésta en un par de años, ésta otra no va a tardar ni dos días. Y trato de moverme dentro de esos límites. Por ahí me equivoco. Pero ya tengo ese estigma. Supongo que ellas también harán sus propias cuentas, pero seguro que apuestan a que van a transformarnos, bah, a someternos. Yo no apuesto ni una moneda a cambiar a nadie. Y nada de culpas, eh, nada de eso que nosotros las volvemos “brujas”. Si son, lo van a ser siempre. Te doy un consejo: nunca seas condescendiente con una “bruja”, es peor, se crecen, y no van a parar de darte escobazos. Cuando ya se cansen y vos estés tirado en el suelo, encima, van a decir que te dejan porque eres poco hombre para ellas. Son tan “brujas” que si pueden dejarte inutilizable, mejor. Lo mío ahora es cuestión de subsistencia pura y dura. ¿Qué hay que darse otra oportunidad? Yo me la doy, cómo no, pero dentro de los “límites” de los que te hablaba antes. Si todavía estoy tratando de sacarme la cara de “ogro” y de pelotudo que me quedó con Mirta. La de pelotudo es más difícil, es de nacimiento. Eso es como la ciudadanía Argentina. No me hago la víctima, además, que tenga cara no quiere decir que lo sea…totalmente. Es que quedás un poco resentido, la verdad. Quedás re sentido, o sea que sentís más las caricias…y los sopapos, sos más permeable.
¿Miedo a terminar solo? No, por lo menos, por ahora no. Además “mejor solo que mal acompañado”, ¿No? Mirá, el que dijo eso, seguro, pero seguro, vivía con una “bruja”. Aunque le escuché a un tipo una cosa mejor: No hay peor soledad que la soledad compartida.