martes, 3 de mayo de 2011

De terror

¿Qué nos asustaba de niños? Bueno, para no abundar demasiado, voy a nombrar solo a algunos de los más emblemáticos personajes de nuestros miedos: Drácula, Frankenstein, El Hombre Lobo y uno que no era de película pero atemorizaba más aún, si era posible, por su condición humana, "el hombre de la bolsa". Con ese nos hacían tomar la sopa, por ejemplo. Pero la mayoría eran de cine. Y de cine en blanco y negro -en esa época no teníamos televisión a color en Argentina-, lo que hacía más tenebroso el mundo de aquellos monstruos. Mucho más real e impresionante. No necesitábamos ver el rojo de la sangre para saber que lo era. Y en cantidades discretas, no como ahora que salta un chorro imposible y salpica hasta al vecino de la acera de enfrente.
Mis hijos, videojuegoadictos, cuando ven imágenes de aquellas películas en los ciclos de cine antiguo que dan por la tele, no paran de reirse "¡Qué falso!", exclaman entre carcajadas, observando el torpe aleteo de los murciélagos de goma o los pasos vacilantes de borracho triste del gigantón resucitado -¡Eh! Más respeto con Lon Chaney-. "¿Y eso te daba miedo?", me preguntan jocosos. Claro, y hasta hubiese pegado un respingo de haber visto el "mega tiburón" de una absurda peli de Syfy -uno que salta desde el mar y se engulle un ¡boeing 707!-.
Lo terrible, lo verdaderamente espeluznante, es que luego de haber visto en directo el derrumbe de las torres gemelas, gente cayendo al vacío, dificilmente mis hijos puedan comprender qué nos asustaba de niños. No ya el aciago temor nocturno que nos había inoculado el magnífico Bela Lugosi, con su insuperable vampiro.
¿Qué cosa, hoy, puede asustar más que imaginarse una tranquila tarde de sol en una terracita, cerveza mediante, niños correteando entre las mesas y oir de pronto el rezo breve, murmurado, a nuestras espaldas, de un fanático amarrado a un cinturón de explosivos? Aterrador.
Ya es poco probable que alguien salte de su butaca como sucedía, recuerdo, con el tiburón de Spielberg. Dudoso después del 11-S. Un macabro hito del siglo veintiuno, en parte conjurado hace un par de días en Abottabad, Pakistán. El monstruo que no era de la factoría Hollywood, pero sí de otra cercana nada glamorosa, era humano y por lo tanto vulnerable a las balas. Por suerte. Al menos es lo que nos contó el presidente de la factoría mayor.

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