jueves, 5 de mayo de 2011

El "viejazo"

No se a quienes se le ocurrió la famosa palabreja para señalar una relación entre dos personas con una marcada diferencia de edad. En principio me parece injusto. También deberían decir "viejaza".¡Mirá a la Demi Moore! o a ¡Diane Keaton! Vamos, que la igualdad no da igual. Pero el término en sí me parece peyorativo. Y hasta cruel. En mi caso particular aún no he experimentado ese impulso que, según cuentan, lleva a una busqueda desesperada por una amante mucho más jóven. Por otra parte no encuentro diferencia entre lo que sentía a los veinticinco viendo a una mujer atractiva de la misma edad y en lo que me llama la atención de ella, hoy, con cincuenta. Es lo mismo. Lo que varía sustancialmente es la respuesta. La de ella. Claro. Una mirada lo dice todo. Como decía al principio, me suena bastante mal la crítica ofensiva, per se, de una pasión amorosa. Ya es digno de admiración que haya quienes, tras años de fracasos, aburrimiento, hastío, frustraciones o simples desengaños -como cantaba Serrat por su Tío Alberto-, puedan vivir un profundo amor por otra persona. Independientemente de la edad de cada uno, y al margen de lo que dure la refriega. La pasión tiene por seña de identidad la inmediatez, lo breve.
Soy testigo de casos de pasión otoñal -o primaveral según se mire-, y sus desenlaces. Dos, en particular. Mi madre. Lleva casi treinta años felizmente casada con un hombre veinte años menor que ella. ¡Qué tal, la vieja...za!
Otro: Mi padre. Treinta y cinco años felizmente casado con una mujer quince años menor. ¡Qué tal, el viejo...zo!
Ya, ya, me dirán que lo del "viejazo", era solo para amores furtivos. "Aventurillas", bah. Pero por algún lado se empieza. Picotear un poco allí, un poco allá, y después...¡Parece que el ´Abu´ va a ser papá de nuevo! No se reían, que como dice la canción: la vida te da sorpresas. Así que con la experiencia de mis progénitores me es imposible tener prejuicios al respecto. Hasta hay casos de amores platónicos muy famosos. El de Jorge L. Borges con María Kodama. Bueno, eso de platónico, no sé. Eso contaban. Vaya uno a saber la verdadera intimidad. Otros decían que eran "amantes desde el intelecto" (¿?). Mirá, si te ama o te admira, o las dos cosas, o si simplemente te alcanza la escupidera, no importa. El amor se nutre y se expresa de forma bastante extravagante, a veces.
Para matrimonios a la antigua el mío. Veinticinco años. No tengo ya, amigos ni parientes -alguno quedará, creo- que vivan aún con la misma persona con la que salían o estaban viviendo cuando me casé. Es más, veo sus fotos en facebook y me digo: pero esa con la que está no es fulana, o ese no es mengano ¿quiénes son? Casi que hasta sus hijos me parecen extraños. Claro, por ahí son los hijos de la nueva pareja.
Cuando alguno de ellos se conecta conmigo me pregunta, como lo más normal del mundo: ¿qué es de la vida de aquella con la que me había casado? (Así, en pasado). Y se quedan cuando les respondo:
-Ahí está, en el dormitorio, leyendo...
Y la conversación se trunca cual si le dijera que me hice hincha de otro club. Se diluye todo interés por saber más. En general me suelen contar con euforia sus nuevos tiempos. Pletóricos de amoríos. En algún caso lo hacen a pesar de recelar de lo buena que se puso su ex. Después de ellos. Una amiga común le escribió a mi mujer relatándole lo feliz y libre que se sentía ahora, tras su separación. Mi esposa me lo contó con un tufillo de envidia. Yo lo percibí pero mejor no dije nada. A mí me pasa lo contrario. Me despierta orgullo, como si fuese el último de los mohicanos o algo así. No me voy a dar por vencido tan facilmente, me digo. Además aún hay brasas ardiendo, pienso.
-El problema es que a veces las brasas de uno no son las mismas de las del otro-, me chicaneó un "amigo", y agregó sin despeinarse: "son rescoldos paralelos".
Bueno, me conformé, mientras ardan en el mismo campamento. Y me puse a ordenar mis papeles con urgencia, los de mis escritos, no sea cosa que alguien necesite avivar un fuego.

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