viernes, 30 de diciembre de 2011

Deportivamente hablando...de sexo.

En términos estrictamente futbolísticos ganar por la mínima diferencia -1 a 0-, y ante el rival de toda la vida, es mejor que por goleada. A quienes no les interese el fútbol no lo van a entender fácilmente, claro: se trata del goce por el sufrimiento ajeno. Y si es en el último minuto del tiempo añadido, aún mejor. Esto en el sexo no es así. El mejor resultado, para un hombre –aunque sé que muchas mujeres también estarían de acuerdo-, es “perder” 1-2, o 2-3, o 2-4…o 3-6 (vaya goleada).
Si el hombre “gana” 1-0, y desde el primer minuto, es fatal.
Un empate no solo es válido, es un gran resultado. Siempre y cuando se haya abierto el marcador, porque un cero a cero es preocupante.
Muchos al revés del fútbol, prefieren el sufrimiento propio si genera el goce ajeno.
Si en vez del fútbol, extrapolamos el baloncesto, obtenemos contradicciones parecidas: Aquí marcar un doble o un triple, en ocasiones no es lo más indicado. Es preferible que de vueltas alrededor del aro y no enceste. El juego puede seguir, y todos felices y contentos.
La equitación también tiene lo suyo. Pero depende del equino. O la equina.
Volviendo al fútbol –que tiene mucha miga, y es más popular-, de nuevo notamos extraños paralelismos a la inversa: si te muestran la tarjeta roja no solo no te echan, seguís jugando aunque te den más de siete fechas. Y los goles los podés gritar a pleno. Y a dúo.
Peligro: si te encuentras un gol en propia puerta, seguro, es que entró un “espontáneo” en la cancha. ¡Ojo! Es lo que tiene ir a jugar de visitante sin conocer previamente el terreno. Ahí sí que perder es perder.
Otra cosa: si la parás con la mano no te cuentan los segundos, pero si la sostenés mucho tiempo puede que alguien se vaya al entretiempo con cierta frustración.
En el fútbol como en el sexo se usa mucho el culo. Y no precisamente en sentido figurado, ni en alusión a la buena suerte. En el balompié es para mantener a distancia a tu marcador. En el sexo, bueno, ya sabemos…es al revés. Y aquí si vale embarrar la cancha. Depende de la estrategia o la brusquedad del encuentro.
Rivales “camuflados”: Esto a veces arruina lo que podría haber llegado a ser un gran partido. Es lo que se dice, un “tapado”. Y no sirve jugar de igual a igual. Bueno, para algunos tal vez, y les va como anillo al dedo. Justamente.
Aquí eso del “fair play” es relativo. Por eso muchos prefieren deportes solitarios. El lanzamiento de jabalina, por ejemplo. Se compite, pero el precalentamiento, el lanzamiento, y luego el festejo, es cosa de uno solo. Como las acróbatas que hacen mil piruetas sobre un banco, en apariencia, frío y tosco. Para gustos.
La cuestión es mantener el estado físico.
Claro que depende de la edad. Siempre hay que buscar lo más apropiado.
Con cierta cantidad de años encima con arrimar el bochín es más que suficiente. Es el juego de las bochas. Se anda despacito, se lanza la bocha con delicadeza, como en cámara lenta, y se juega ya, por supuesto, entre amigos. Y hasta le cuentas como te fue en tu última visita al proctólogo.
De nuevo en el fútbol. De joven podés jugar varios partidos en el día, y volver a jugar de noche, con distintos rivales y en diferentes equipos. Y mucho balonazo, y correr por la raya. Siempre por la raya. Porque hay que tener estado para subir y bajar quinientas veces. Sí, como Di María, hasta parecer un pollo sin cabeza, que cuando ven que lo van a cambiar por otro, ¡corre todavía más! Aunque para pelados veloces: Roberto Carlos. Es cierto que ahora está más para arrimar el bochín que otra cosa.
También el tenis. Hay a quienes les gusta la pareja de dobles. La recibe uno, se la tira al otro; todos se mueven, uno por detrás, otro por delante. Hay parejas más ganadoras que otras, pero divertir se divierten todos. Y al final ¡todos a las duchas!
Para variedad, lo que se dice variedad: Sumo. Que te agarro, que agarras, que te tiro, que me tiras. Un sarandeo para aquí, otro para allá. Muslos hay de sobra…y tetas también. Y lo mejor de todo: nadie se avergüenza de su tripa.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

¡Facebook me mata! -segunda parte- La libertad

¡Qué cantidad de parejas destruidas por el puto Facebook!, exclamó mi amiga, después de recibir telefónicamente el último anuncio de ruptura amorosa. Ya estarían destruidas desde antes, pienso yo, le respondí, dudando de mis propias palabras. ¡No; no, “esto” de Facebook es terrible!, insistió sabiendo detalles que seguro yo ignoraba. ¿Viste lo del tipo ese que echaron del trabajo? ¡Otro! Por poner en su muro: si me saco la lotería de Navidad los mando a todos estos m…a la m…Claro, lo leyeron sus jefes y lo echaron, así nomás, salió en el diario y todo ¿no lo viste?
Bueno, pensé, en estos tiempos hay que ser cuidadoso con lo que uno escribe en la red, en cualquier parte, y por insignificante que parezca. Justamente yo, que si algo no tengo es eso: cuidado. Escribo exactamente lo que me viene en gana. Siempre digo que si no soy libre para expresarme en mi propio blog ¡Para qué tengo un blog! Ahora, eso sí, Facebook tiene un imán para “para meter la patita”, como diría Cortázar. Además de gente sorprendente, está lleno de “Wikileaks”, de mirones, de correveydiles, de envidiosos, de arrogantes, de ególatras, de narcisistas…y sobre todo mucha soledad e insatisfacción. Sobre todo soledad. Lo del tipo que echaron me parece una jodienda, pero la verdad, es que no estuvo muy acertado con su euforia previa, epa, que es una red social. Y tiene muchas formas de acceso, y puntos de observación. Más aún si uno deja su ordenador en el trabajo ¡con la contraseña puesta! Que no sé si era este el caso. Después, además, la cantidad de amigos, de amigos, de amigos, que muchos de amigo nada, que al final no sabes quién se mandó el chivatazo: ¡Mira lo que puso éste! ¡Juá!...y te echan. Y todos calladitos.
En una pareja, ni hablar: son “amigos” entre sí, lo que ya es, ¿no? ¿Qué necesidad tienen de “tenerse” ahí si ya duermen juntos? Si todo, absolutamente todo, se lo pueden contar hasta en el baño cuando uno va a hacer pis y el otro se está cepillando los dientes. Y se ponen “me gusta” y ambos están en el salón cada uno con su portátil (¿?) y uno mira al otro y le guiña un ojo. Estamos muy, pero que muy enviciados.
Luego, claro, surgen los problemas, y la relación se vuelve asfixiante. Y ni hablar de la sospecha. Porque claro, uno le da un “me gusta” a fulana o a zutano, y el otro lo ve. O tal ahora es amigo de…y se ve quién solicitó la amistad. O los correos “privados” que saltan a la vista con numeritos rojos, y empiezan a volverse una alarma para el que anda sospechando. Y además quienes andan “sueltos o “sueltas”, no tienen el menor empacho en llenar de comentarios sugestivos e insinuantes, las fotos y publicaciones de la/el que le parecen interesantes…aunque sean con la mejor intención del mundo.
Si a todo esto sumamos las horas que te puedes pasar mirando las supuestas bienaventuranzas ajenas –aún aquellas en donde no has sido invitado: perfiles abiertos a todo público ex profeso o por error-, las neuronas van muriendo por una mezcla de frustración y envidia letal: ¡Guau! Qué cochazo se compró fulanito; ¿¡Viajó a Alaska la desgraciada!?; ¡Hum! Esa, seguro que se hizo algo en la cara ¡no puede estar igual que hace quince años!; ¡Qué bien que se la pasa éste! ¡Está siempre de fiesta! Claro, no tiene hijos…
Esto multiplicado por horas, días, semanas, meses…explota. Y la primera víctima de la deflagración es el mirón/na, la segunda, su pareja, y así sucesivamente como las fichas del dominó.
Ni que hablar de los/las que viven pendientes de sus Iphone o similares. ¡Insoportables! Solo por eso una pareja se desmorona.
Pero el voyeurismo virtual, indiscriminado y compulsivo, es lo que masacra más neuronas que cualquier otra cosa. Y rompe más parejas. Esa contemplación extasiada de existencias aparentemente satisfechas de gente común y corriente que podrían ser uno pero son otros. Entonces, se hacen números, se cotejan fechas de nacimiento, lugares, colegios, siempre comparándolos con la vida propia, como si de esa extraña ecuación pudiese aparecer la respuesta del por qué me toca a mí esta vida sin pena ni gloria, aburrida. Y otra vez. Observar a su propia pareja con un dejo de bronca y lástima: ¿Por qué me casé con “esto”? Como si la culpa de su propia mediocridad hubiese llegado soterrada bajo la cara, ahora más vieja, del cónyuge.
Finalmente, creo, lo que más socaba una relación, siempre hablando de Facebook, por supuesto, es la libertad, simulada o no de sus protagonistas. La libertad que imaginamos tienen los otros. Por sus viajes, sus amoríos, sus fiestas, ¡hasta sus protestas! La libertad. Siempre seductora, siempre sensual, siempre irresistible. La libertad, y su infinita gama de posibilidades. Es casi imposible evitar su “virus” y los espíritus más vulnerables, los de uno o ambos componentes de parejas de años, ya devorados por la carcoma de la rutina, acaban sucumbiendo. La libertad, el gusanillo.
Pero no nos engañemos, Facebook es solo una ventana más del cosmos de internet. Si alguien se asoma muy seguido a esa ventana es porque busca algo diferente de lo cotidiano. A veces lo encuentran y dejan el mundo virtual por el real. Otros solo desean divertirse un rato con “amigos”. Muchos acaban, de tanto asomarse, cayendo al vacío. En especial el de sus vidas. Pero Facebook es solo una herramienta, una maravillosa herramienta, sí, pero como cualquier herramienta, todo depende del uso y abuso que le demos. Lo miserable o noble, siempre está dentro de nosotros. Como la libertad.

domingo, 18 de diciembre de 2011

¡Facebook me mata! -parte uno-

Más que una obsesión. Nos hemos vuelto adictos al punto que ya ni miramos el Hotmail…ni siquiera el youtube. Todo es Facebook: el correo, las noticias, el chusmerío, los vídeos, los juegos…Hay gente que vive paranoica y ante el mínimo click del móvil de alguien haciendo una foto, se desesperan: “Eh, eeehhh! No vas a meter esa “fotito” en Facebook, ojo…”. Si van a una fiesta están con un ojo en algo que les interesa y otro en los flashes.
En otra entrada de mi blog, hablé de las “ex” y los “ex” en FB. Pero el universo de pasiones y soledades de este nuevo “juguete” de la comunicación no tiene límites. Si bien es cierto que la mayor parte, el grueso de la información que circula por su escaparate es sólo eso, es decir, un asunto virtual, hasta en lo aparentemente afectuoso o comprometido, que por lo general se queda en apariencia y mera gesticulación de una simpatía que no es tal…se trata más bien de “estar”, de decir “presente”. Aún en asuntos intrascendentes para el propio autor de la foto, el chiste, la noticia, la denuncia o lo que sea. Pero ahí ya aparecen tres o cuatro con su “me gusta”, y algún que otro haciendo un comentario menos trascendente aún, o deliberadamente egocéntrico, que no viene a cuento de nada. Y a este también se le cuelgan un par de “me gusta”. ¿Por qué no? Si es gratis, y rápido. Un toque y ahí estamos, sumando nuestros nombres. Aunque más no sea para llamar la atención de alguien que diga: “¿Quién es este?”, entonces se mete en tu perfil, ve tu información y: “Ah, mira, le gusta Woody Allen y Bukowski…intelectual…le solicito amistad!”. O si no: “Ah, mira, le gusta Woody Allen y Bukowski…carroza…qué aburrido, puaj!”. Y así crecen las amistades como setas. Los “amigos”. Mi experiencia reciente en cuanto a este temita del “compromiso” virtual me a mostrado una cosa curiosa: si dicen que “quizá asistan” (a tu recital, por ejemplo), es seguro que no van. Y si ponen que van a asistir, casi seguro, tampoco van. Muchos se quejan luego, y hasta aparecen los que se habían “comprometido”, poniendo un “me gusta” ¡a la queja! “Falluterías” al margen, hay quienes, claro, no asistieron por verdaderos motivos, pero sí es verdad, lo he cotejado, la mayoría lo hace (poner que van a ir) por “cortesía”. Así pues muchos artistas, escritores, etc, confían, y promocionan, su espectáculo o su estreno, o la presentación de su obra, imaginando un lleno total. Resultado: Van un montón de desconocidos que se enteraron de “boca en boca”, y de los virtuales ¡ni el tato! ¿Los virtuales?, los “amigos”, por supuesto.
¿Qué pasa con otros tipos de citas? Bueno, eso es un tema, como diría Einstein, relativo. Si es uno a uno, o uno contra uno, o sobre uno, la asistencia tiene un alto poder de convocatoria. Aunque de artístico poco, parece que de satisfacción bastante, y el “me gusta” queda relegado solo y exclusivamente a los dos participantes. Aunque no falta el comedido que mete su “me gusta” donde no le corresponde, y su comentario donde tampoco le cabe.
En política más de lo mismo. Sin excepción de ideologías, aunque hay unas que tiene más tirón que otras, of course. La cantidad de gente que se adhiere a propuestas “revolucionarias”, “contestatarias”, “protestatarias”, y de otras “arias”, es casi infinita. Además de las subidas de tono en los comentarios: “Sí, hay que matarlos a todos ¡a por ellos”. Y yo estoy convencido que lo ha escrito un tipo –o una tipa-, muy repanchigado en el sofá de su casa, en el intermedio de la peli que miraba. Tal vez una de Chuck Norris, o de Jean Claude Van Damme. Vamos, que su compromiso duraba los cinco minutos de tanda publicitaria.
¿Con los animalitos? ¿Y las plantitas? Igual. Igual, si es que el asunto es muy simple. Excepto el que se ha molestado en “colgar” la propuesta, y quienes la han compartido, el resto se suma con un automatismo digno de asombro. Diez segundos después lo único que le recuerda que le dio al “me gusta” en el proyecto de enviar una sonda a la luna con semillas de amapola en su interior, o de juntar dinero para una expedición ecologista a la cima del Himalaya para colgar un cartel de papel, por supuesto ecológico, que diga de la importancia de preservar la extraña variedad de caléndulas que está a punto de extinguirse en el Mato Grosso, digo, lo único que se lo recuerda es que aparezca el “ a ti y a otros dos mil más le gusta”.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Sexografías: "Brujas", "Ogros" y resurrecciones.

-¿Sabés lo que te faltó decir? Es quién se transforma primero, si el “ogro” o la “bruja”, entendés-, me cuestionaba mi amiga Julieta, -porque no creo que de la mañana a la noche, y poniéndose de acuerdo, los dos salten de la cama convertidos…siempre hay una de las partes que se transformará primero, digo, ¿no?
Le expliqué que eso sería como buscar un responsable, y en una pareja, como dicen las “viejas de barrio”, las cosas son de dos. Aunque, acotaría yo, las más de las veces son de tres…y hasta de cuatro, o de cinco, si me apuran. Y con el Facebook se multiplican hasta el infinito. Dependiendo de la cantidad de “amigos”, claro.
Sebastián, un amigo, de carne y hueso, me preguntó otra cosa:
-¿Sabés cuánto tarda un “ogro” en convertirse en hombre?
-No-, le respondí intrigado, y sorprendido.
-Un segundo-, respondió con sonrisa maliciosa. Y me hizo caer.
-¿Tan rápido?-, pregunté siguiéndole el juego.
-Bueno, depende de lo que haya durado el primero-, se rió satisfecho de su invención.
No está mal, pensé. Por lo general entre “ogros” y “brujas”, uno ya es demasiado, y en una semana, o al mes. Así que si se repite en una misma noche algo cambió o está por cambiar. O es la despedida. Igual ese hecho –la repetición del acto sexual entre dos infortunados-, puede ser un síntoma de resurrección. O la recuperación súbita que precede a la muerte. Siempre hablando de la parte humana que ahora está abducida por los desagradables personajes míticos de la cotidianeidad.
De todos modos Sebas me aclaró: Yo habló del “ogro” con otra mujer, humana, ¿me entendés?, no con la “bruja”. Con esa ni un millón de años…luz.
Le contesté que desde mi punto de vista el sexo, si bien es esencial, puede llegar a sublimarse en situaciones extremas, y el amor entre ambas personas permanece inalterable. Una cosa es la pasión desenfrenada que se dosifica con el paso del tiempo, y otra el “brujismo” y el “ogreísmo”. Uno de los factores fundamentales para la aparición de éstos es el tiempo. Tiempo de hervor, tiempo de cocción, tiempo de deglución, tiempo de digestión y…tiempo muerto. En cuál estadio de la relación surgen los nefandos personajes, es imprevisible. No hay fórmulas. Quizá alguna que otra estadística no muy fiable, de esas que se publican en las revistas de supuesto valor científico. Nada. Más aún cuando hay otro elemento tan vital como incontrolable: el deseo. Este te puede llevar al milagro o la tragedia.
(Mientras yo me esforzaba por desarrollar una supuesta “teoría” más o menos coherente, mi amigo miraba las piernas cruzadas de una bonita dama, que todo hay que decirlo, también acaparó mi atención unos instantes. Hasta que se fue, concretamente).
-¿Te sigo contando?
-Sí, sí, seguí, seguí-, insistió Sebas, nuevamente interesado en el tema.
Bueno, como te estaba diciendo, son muchísimos los factores que acaban degenerando la fisonomía humana hasta convertirla en “bruja” u “ogro”. Y ese proceso no es fácilmente reversible. No basta con “más sexo”. Ni tener más sexo rehabilita la desmoronada estructura de un matrimonio en ruinas. Lo esencial es el amor, y es lo que se ha evaporado. Cualquier proeza amatoria no hace otra cosa que certificar la ausencia de lo esencial.
Sebas insistió, apuntándome un par de ejemplos de gente conocida por ambos, en que igual es posible revertir el proceso. “Brujas” que han vuelto a ser mujeres con sus respectivos “ogros” reconvertidos en hombres.
-Lo dijiste vos: no hay fórmulas. Y es algo así como una “resurrección”…
-No me decías hace un momento que “ni en cien años…luz”.
-Bueno, es que si no, no me cerraba el chiste…lo del “segundo” y todo eso…lo que yo pienso es que no hay reglas-, se puso serio, al fin, -y si no hay reglas es que hay libertad, y si hay libertad hay elección, y se elige a aquel o a aquella que en algún momento parecía un “ogro” o una “bruja”, es que hay grandes probabilidades de que sea amor, ¿no? ¿No hablabas de lo esencial hace un momento? No digo un amor, así, apasionado. Algo más templado, sabés…más equilibrado…Apasionado pero no tonto…
-Con respeto mutuo…
-Eso, claro, ¿no es lo primero que notás entre “brujas” y “ogros”, la falta de respeto?
-Pues sí…¿Y vos crees que es posible recuperar el respeto cuando ya se han hecho tantas heridas? Cómo se recupera la confianza, antes de nada. Porqué tenés que confiar en que no se va a perder nunca más el respeto, ¿entendés?
-Mirá, yo conozco gente que lo ha logrado. Cómo, y no sé, pero ahí están, y muy felices…
-Cuando se pierde el respeto, puede que hayan formas de recuperarlo, pero te aseguro que cuando se pierde la confianza, no la encontrás nunca más.
-No decías que lo esencial es el amor…
-El amor es confianza.

domingo, 4 de diciembre de 2011

SEXOGRAFIAS: Confesiones de ex "Brujas" y ex "Ogros"

ROSA M. L. ex Bruja
¿Sabés lo que es estar harta? Claro, vos, como hombre lo ves de otra manera. Del otro lado. Mirá, te doy un pequeño detalle: a mí no me gusta el fútbol. Para nada. Ni lo entiendo, ni me importa. ¿Qué cómo me casé con un fanático? José no era así. Se soltó después. Sí; miraba un partido de tanto en tanto. Como cualquier tipo. Lo normal, bah. Pero esto es solo un detalle, un pequeñísimo ejemplo de lo que parece ser y no es. O mejor dicho: lo que venía agazapado en el envase y no se mencionaba en el prospecto, entendés. Ahí también venía el “ogro”, sí, no te rías, propiamente un “ogro”, y no era que tenía que frotar la lámpara para que apareciese el genio, bueno, el mal genio, ¡salía solito! Un “ogro” con mal aliento incluido; sucio, desarreglado, de un humor imposible, malos modos, en fin…un “ogro”. Se “volvió” machista y para colmo, esto sí que ya me daba…asco: pajero. ¡La cantidad de páginas porno que tenía en su computadora era de escándalo! No sé…¿Cómo se sentirían ustedes si nosotras nos la pasásemos mirando tipos jovencitos con unas tremendas...? ¿A qué los pondría enfermos?
Con Felipe es diferente. Es un intelectual…es amoroso. Hasta se sienta en el inodoro para no mear afuera. Lo importante es que él hace su vida y yo la mía. Esa es la clave. No me pone cara de “ogro” cuando vuelvo tarde, o se me ocurre ir sola al cine…o no hice la comida. Es libertad, sabés, li-ber-tad.
Con José tuvimos dos hijos, y los dos están muy bien. Se llevan bien con Felipe –como él no tiene ninguno los quiere como si fuesen de él, con sus límites, claro-. José no llevó bien el tema de la separación. Al principio yo tampoco, imaginate, después de casi veinte años. Felipe me ayudo mucho. Si no fuese por él, no sé…me ahogaba, sabés…parecía que vivía la vida de otra a la fuerza, sí, a lo último sentía que estaba cumpliendo una condena. Me decía a mi misma: “Esperá, aguantá un poco más, cada vez falta menos”. No sabía para qué, pero sabía que un día se acabaría el suplicio. No, no exagero, un verdadero suplicio. Ustedes no tienen ni idea de lo insoportables, insufribles, ¡pesados! que pueden llegar a ser…ni idea. ¡Encima nos llaman “brujas”! Voy a ver a la “bruja”; a ver qué cocinó la “bruja”; lo que pasa es que la “bruja” no me planchó la camisa…”la bruja”. Ahí tenés a la “bruja”, a ver quién te aguanta ahora…La verdad es que recordar ciertas cosas me saca de quicio…me vuelve una “bruja”, já. Otra cosa que me viene a la cabeza es la mirada perdida. Les hablás de cosas que para una son importantes, y deberían serlas también para él, como la salud de los hijos ni más ni menos, y te das cuenta que tienen la vista posada en vaya saber que estupidez…¡Como vos ahora! ¿Ves? Es eso…ustedes son así, tal cual. ¿Felipe? El me escucha. ¿Qué un día se convierta en ogro? Le doy una patada en el culo, y mucho más rápido…¿Vos te crees que me voy a pasar los últimos años de mi vida con otro marmota? No, no…Te aclaro una cosa: a nosotras no nos basta con que lo “haga bien”. Llega un momento en el que sin mucho mimo, pero mucho, eh, no hay modo de tener ganas…a ustedes se les para y listo ¡a la carga! Creen que somos un recipiente…A la única previa que le prestan atención es a la del clásico del domingo…Y del después ni hablar, se dan vuelta, y a roncar…”Ogros”…Ahora, eso sí, cuando ya te hartaste, cuando ya pasaste ¿cómo dice la canción? ¿”Mil noches en vela”? Sí; la del Sabina, esa…Cuando decís basta, hasta aquí llegué, aparece como del fondo de la historia un tipo que apenas se parece a aquel del que te enamoraste, porque apenas se parece, y no porque esté viejo sino porque una cambió, sabés, y ya hoy no te casarías con un tipo así…la verdad…Y te viene llorando: “que por qué ahora”, “qué por qué así”…no se dan cuenta. ¡Creen que es la mamá la que los abandona! ¡La mamá! Ni en ese instante son conscientes…Eso sí, te termina de reafirmar en lo necesario y urgente de tu decisión. Y lo que te decía antes, yo ya tengo dos hijos, suficiente, cumplí con la sociedad y la naturaleza, listo…
¿Si tengo miedo de terminar sola? Si viví tantos años sola, soportando a un semi desconocido en mi cama que no sabés con qué te va a salir…¿miedo? No, no, miedo tenía antes, además te voy a decir algo que le escuché a otra mujer: No hay peor soledad que la soledad compartida.

JUAN E.G. ex Ogro
Reconozco que tenía razón, digo, la Mirta cuando se separó de mí. Bah, se fue. Es cierto que me llevó un tiempo asumirlo, sabés, un tiempo con Normita, otro con Julieta, otro con María, y otros tres o cuatro tiempos más cortos con…bueno, no me acuerdo de todos los nombres…todas buenas pibas, eh, muy buenas pibas. Con Julieta me hubiese casado, ves, pero ella también venía muy golpeada. Y sí, el “dorima” la “fajaba”. Eso sí que es duro. Nosotros somos de otra generación, una mezcla. Por un lado el Rock and Roll, el amor libre…todo eso…y por otro somos como la vieja guardia del tango, con conceptos más bien arcaicos; el orgullo de la familia “unita” como decían los “tanos”. El rol del hombre en el trabajo, el rol de la mujer en el hogar…Rock por un lado y rol por otro, parece joda, já. Pero es así. Volviendo a “lo de Mirta”, sí, al final le di la razón. Al final me refiero a más de un año después. Igual te quedan pequeñas cositas…resentimientos…¿Viste el dicho “el que se quema con leche ve una vaca y llora”? Bueno, eso. Yo veo un gesto, un ademán, cualquier síntoma de acritud, y me digo: ahí está la “bruja”. No les aguanto una. Con Normita me agarré un calentón bárbaro. Claro, hacía muy poco que me había separado y andaba, ya sabés…imaginate, quince años de casado con sus buenas y sus malas…bueno, Normita me invitó a quedarme a dormir dos o tres fines de semana en su casa, al cuarto, un domingo, me acuerdo, a la mañana, salí del baño y entró ella, y así como entró, salió hecha una…una “bruja”. El rostro transfigurado, nada que ver con la “sonrisitas”…propiamente una “bruja”. Que fuese la última vez que dejaba esas gotitas en el suelo…yo estaba medio dormido, che, ¿me entendés? Pero ahí me desperté del todo. Agarré mis ropas, le di un beso, y le dije que la llamaría…algún día. Una cosa es que te lo digan bien y otra que entren en confianza como para sacudirte un escobazo. En realidad no lo piensan, son pura hormona. Y eso es lo que sucede desde que me separé: No puedo ver a una mujer sin imaginarme la “bruja” que llevan dentro. A veces hasta calculo, depende de la historia que me cuenten, o como la cuenten: ¡Hum! Esta se convierte en un mes, ésta en un par de años, ésta otra no va a tardar ni dos días. Y trato de moverme dentro de esos límites. Por ahí me equivoco. Pero ya tengo ese estigma. Supongo que ellas también harán sus propias cuentas, pero seguro que apuestan a que van a transformarnos, bah, a someternos. Yo no apuesto ni una moneda a cambiar a nadie. Y nada de culpas, eh, nada de eso que nosotros las volvemos “brujas”. Si son, lo van a ser siempre. Te doy un consejo: nunca seas condescendiente con una “bruja”, es peor, se crecen, y no van a parar de darte escobazos. Cuando ya se cansen y vos estés tirado en el suelo, encima, van a decir que te dejan porque eres poco hombre para ellas. Son tan “brujas” que si pueden dejarte inutilizable, mejor. Lo mío ahora es cuestión de subsistencia pura y dura. ¿Qué hay que darse otra oportunidad? Yo me la doy, cómo no, pero dentro de los “límites” de los que te hablaba antes. Si todavía estoy tratando de sacarme la cara de “ogro” y de pelotudo que me quedó con Mirta. La de pelotudo es más difícil, es de nacimiento. Eso es como la ciudadanía Argentina. No me hago la víctima, además, que tenga cara no quiere decir que lo sea…totalmente. Es que quedás un poco resentido, la verdad. Quedás re sentido, o sea que sentís más las caricias…y los sopapos, sos más permeable.
¿Miedo a terminar solo? No, por lo menos, por ahora no. Además “mejor solo que mal acompañado”, ¿No? Mirá, el que dijo eso, seguro, pero seguro, vivía con una “bruja”. Aunque le escuché a un tipo una cosa mejor: No hay peor soledad que la soledad compartida.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

SEXOGRAFIA: Matrimonios de "BRUJAS" y "OGROS"

¿Cuánto tiempo le lleva a una mujer convertirse en “bruja”?, preguntó uno con picardía, y ante el silencio curioso del otro respondió: veinte años de matrimonio. Le conté el chiste a una mujer y me sugirió algo muy interesante: un poco más de lo que le lleva a un hombre convertirse en un “ogro”, ¿no?
Llevaba razón. Y cuánta. Siempre que miremos a través de los ojos de unas y otros, por ejemplo: La “bruja” puede ser en realidad una dulce y apasionada amante, decidida a todo, siempre y cuando el ser indicado –el menos esperado- acerque su mechero a la pólvora que el “ogro” imaginaba definitivamente extinguida. Y ¡oh, milagro! Ahí estaba la sonrisa compasiva y amorosa que se escondía tras el gesto de disgusto automático y mal disimulado –lo suficiente como para ser percibido de todas formas-, la caricia espontánea y comprensiva, el guiño y la atención verdaderamente interesada, y lo más importante de todo: el brillo en la mirada. Si hay algo que hace detectable a la “bruja” es la opacidad de la mirada hacia su “ogro”. Y viceversa.
El brillo en la mirada es la vida. Es el futuro.
Es el brillo que puede durar lo que un hechizo. El mismo que nos vuelve “ogros” y “brujas”. Y es el día y la noche. Extremos del amor pasado por el tamiz del matrimonio. El cual se convierte, la mayoría de las veces, en “patrimonio”. Un activo, o pasivo, que “está ahí” después de un intenso y laborioso trajinar de años. Como en los versos del himno nacional Argentino: “…que supimos conseguir”. Y que sean eternos los “laureles”. Solo ellos. Por que el “patrimonio” se perderá un día. Y se llorará su pérdida, claro. Y también las excusas.
Entonces ¿era amor? Digo, entre “ogros” y “brujas”. Claro que sí, ajado tal vez, mustio, hasta sombrío. O confundido por los remolinos del tiempo. Era amor. Lo demás son excusas: Que por los niños, que por comodidad, hay muchas cosas en común –bienes-, etcétera.
Solo nos enamoramos una vez por cada vez, y al principio. Es la “soldadura” del amor. El chisporroteo y el rojo vivo de la costura dura lo que tiene que durar para unir dos piezas, a veces muy diferentes, tanto que la soldadura no tarda en romperse. Materiales incompatibles, aleaciones parecidas, pero solo eso, parecidas.
Y al final: “brujas” y “ogros”.
¿No era el sexo? No. Un hombre puede tener “buen” sexo con cualquiera, pero al día siguiente no quiere ni acordarse del asunto, o solo lo hace para florearse con un amigo. Con “su” pareja es distinto, al día siguiente se siente “dueño y señor” para planificar un poco la mañana, y quizá también la tarde-noche…
En la mujer, la intimidad con “cualquiera”, no. Hay excepciones, por supuesto, y oficios. Pero las mujeres, para empezar, planifican antes, durante y después. Quieren tenerlo todo, o casi todo, “seguro”. Medido, catalogado, guisado, atado…seguro. Para eso disponen de una capacidad cerebral mayor que la de un hombre: los estudios científicos constataron que la parte dedicada al sexo en el cerebro de un hombre es dos veces y media mayor que en el de una mujer. Supongo yo, no lo dicen los científicos, que en algo ocuparan las mujeres ese espacio extra, si no está en el sexo, en qué ¡pues en escanearnos a nosotros y a sus congéneres! Y hay que tener mucha cabeza para procesar tanta información. Es una cuestión de “seguridad”. Es el elemento clave. Aunque la realidad se empeñe en contradecir tanta teoría. La realidad es que no hay método. La realidad es que el amor varía de persona a persona, y de pareja a pareja. Solo tenemos “muletillas” para no chocarnos como ciegos en la multitud.
La realidad, ese entorno que nos ha tocado –y a veces creemos modificar- esta atiborrado de “muletillas”, cegueras y contradicciones; aquello que queremos oír para justificar nuestros argumentos. La mayoría de ellos insostenibles, prestados de vidas ajenas tan distantes de las nuestras que es imposible reconocer su procedencia genuina.
Ahora las preguntas son: ¿Cuándo empezamos a convertirnos en “brujas” y “ogros”, y viceversa? Y más importante aún: ¿Por qué?
La rutina, me dijo alguien. El aburrimiento, agregó.

ENGAÑOS y DESENGAÑOS ENTRE BRUJAS Y OGROS.

El “ogro” está cómodo con su “bruja”. Está ahí. Comparte o asume la total responsabilidad en los asuntos que el “ogro” se siente incapacitado, a saber: La economía hogareña, la educación de los hijos, el aseo –hasta la del propio “ogro”-, la planificación de vacaciones, de vivienda, en fin…Y hasta cumple con el ritual amoroso. El “ogro” satisfecho. Total, para embelecos y pasiones furtivas y perecederas, otra. Sea del trabajo, de la calle, del autobús. Otra.
Claro que suele pasar que “esa otra”, si ella lo ve interesante, pretenda erigirse en la única a sabiendas que se llevará a uno que deja de ser “ogro” para convertirse en “indeseable”. Lo que lo vuelve más manipulable, ya que un hombre que a cierta edad toma esa decisión queda en un estado de indefensión total. Temerá más que a la muerte una mínima zozobra de la “nueva embarcación”. Aunque ésta solo sea una frágil balsa en medio del océano.
¿Y la “bruja”?
Cuando la “bruja” da el salto es porque ya lo calculó con infinidad de variantes. A diferencia del hombre, ella no teme al futuro. No solo eso: se siente más segura y fuerte que nunca.
Me decía una mujer de unos cincuenta y tantos, abogada, para más datos, y recién separada: “Por fin me quité al “Pepito Grillo” de encima…¡y hasta tengo todos los armarios para mi sola!”. El “Pepito Grillo”, su ex, claro. ¿Qué ella lo había dejado? No. ¡El se fue con su secretaria! (lugar común si los hay) Y la abogada tan feliz y contenta.
La libertad tiene para la mujer un significado mucho más sólido y amplio que para un hombre. Así que cuando se les da la oportunidad, o la toman ¡Olvídate! Ellas lo han rumiado de un modo que al hombre le costaría siquiera pensarlo. Lo han hecho incesantemente, con una constancia y una precisión de cirujanos. No por eso actúan con “justicia”, pero lo van a hacer sin piedad, y sin importarles el de enfrente, al menos, no profundamente, ya habrán desalojado para entonces de sus almas cualquier resquicio de conmiseración hacia el ya definitivamente ex. Para eso se tomaron su tiempo, buscando con lupa dentro de sí algún resto de cariño que llegado el momento pudiese afectar la resolución del caso. Es cierto que muchas veces hay intentos parecidos al “salto”, pero son solo pruebas; como la carrera que realizan los saltadores olímpicos. Van una vez, otra…están midiendo la tensión muscular justa. Pero para ese momento ya estaban muy preparados.
En los hombres –“ogros” o no -, el “salto” siempre es con ayuda. Aún en aquel tango “Justo el 31”, hay un dejo de auto compasión y rabia, y despecho. Por un lado se alegra de que la mujer lo haya dejado, se haya ido. Pero el fue incapaz de marcharse aunque la mujer que describe era casi el mismo demonio. El tipo no la deja. Solo cuando ella lo abandona, el malevo se despacha a gusto, y bronca, resentido hasta lo más hondo. Un ejemplo universal de la condición masculina.
En el mundo occidental, por lo menos, las mujeres equilibraron la balanza. Y aunque el mito de su “frágil” naturaleza con respecto a la del hombre nos ha enseñado un “ser débil”, la realidad es con mucho, muy diferente. Mental y físicamente la naturaleza las ha provisto de una fortaleza, más poderosa aún porque no lo aparentan. Lo contrario del hombre. Justo lo contrario. Y esa “fragilidad” masculina es la que ha construido miríadas de leyendas y prejuicios. Un cuerpo que está “preparado” para llevar dentro de sí otro cuerpo, alimentarlo, y protegerlo…dista mucho de lo débil. Aunque sobre todo para sectores religiosos siga siendo “devil”.

ADIOS de OGROS y BRUJAS

Un hombre separado siempre tiene un aire de “niño abandonado”, aunque se haya ido por propia voluntad –también los hay-. Siempre tiene un ojo en el hogar perdido. Siempre cree que “su propiedad” – la ex¬- sigue siendo parte de “su capital”, algo “suyo”. Por eso deambula, aún con amantes, pensando siempre en recuperar el “trono”. Y aunque lo piensen de un modo inocuo, lo piensan. Eso les da un rictus, un destello, una mueca de nostalgia y pena, poco compatible con un “volver a empezar”. Como el malevo del tango, parecerá contento de que la fulana se haya llevado hasta el cordel de colgar la ropa. Pero su alma está llena de piedras, al igual que la de los perros que se recogen en sitios de abandono. Siempre que te acercas para acariciarlos meten la cola entre las piernas temerosos del palazo. La “paliza” no se olvida nunca.
En las mujeres que ya dejaron de ser “brujas”, el disfrute de su “nueva” realidad las abstrae por completo. ¿No han notado nunca que los rostros de las mujeres separadas tienen un aire de paz y plenitud, que rara vez vemos en un hombre? Sus ojos tienen brillo. La mayoría se ha aprendido la lección, y es muy difícil que se equivoquen de nuevo. No en lo de volver a casarse, el de perder su independencia. Lo que sí les dificulta encontrar un hombre que acepté tal cosa de buen grado.
El hombre no tarda nada en colocarse él solito un nuevo arnés. Si se sentía que vivía bajo un yugo, lo más seguro es que se encadene con más candados. Creyendo que así sí, la cosa va a durar. Si antes con la “bruja” sentía celos de todo, con la “nueva” es un sin vivir. Y una resignada aceptación del “destino”. Del “qué bueno que me la quite de encima”, se pasa al “al menos me esperaba con comida caliente”.
Y luego al “al menos me esperaba”. La “nueva” tiene un tácito constante: “te estoy salvando”. El hombre es, por fin, consciente de que los recursos no son inagotables, y para peor: ahora es una mezcla de “ogro” y chucho apaleado.

LA “VOZ” de la SABIDURIA

Un anciano me decía una vez, con voz grave y en tono de confidencia, como si quisiera transmitirme una sabiduría que no le había solicitado pero que él estaba dispuesto a dejarme de “herencia pa`un hijo gaucho”, era algo así:
-Detrás de una “bruja” puede haber una “femme fatal” (o una mujer apasionada). Pero detrás de un “ogro”, un narcicismo en franca decadencia (un fracasado).
Y agregó, como poniendo su firma: “ninguna mujer quiere vivir con un fracasado…o un poeta. ¿Vos me dijiste que eras periodista, no?”.

SEXO inVIRTUAL

El tsunami informático no tiene fin. Y recién ha comenzado. Antes, y digo antes hace unos diez años, la “cosa” era virtual. Pero ese concepto ya es “arcaico”. Es físico. O tan virtual como una llamada telefónica. Necesitas medicamentos: internet. Herramientas: internet. Repuestos de coches, pasajes de avión, un calentador de agua caliente: todo internet. Sexo, amistades, una oreja, todo. Y sobre esto último, la variedad que prefieras o ni te imaginas.
Los portales para hallar “relaciones serias” no les van saga a las de “relaciones fugaces”. Y todos están comunicados con todos. Es un laberinto en donde no sabemos dónde empieza lo discreto y dónde acaba lo promiscuo. El auténtico “Cambalache” de la búsqueda de la pasión, o simplemente sexo.
A propósito de esto leía hace unos días, un reportaje en un periódico de España. Una página completa de entrevistas a mujeres –que no dieron su nombre, por supuesto-, y sus experiencias con las “Agencias de Relaciones Serias”. Todas las entrevistadas decían estar casadas. Y aburridas de la rutina matrimonial. Una de ellas relataba la cantidad de citas a las que había asistido: cincuenta. De las que confesaba solo concretó plenamente, y sin quejas: diecisiete. No todos a la vez ¡epa! Llevaba un bolso de gimnasio en el que portaba una indumentaria nada deportiva. Bueno, para ciertos “deportes”, tal vez. Su afán de demostración la condujo al baño del bar en dónde se realizaba el reportaje. Un bar común y corriente. Y allí se transformó en dos minutos. Como los súper héroes. Vestido ajustadísimo, tacones de diez centímetros, en fin, toda una diva. Otra, de unos cuarenta años, contaba como la habían puesto en contacto con tal o cual agencia, todo a través de internet. Todo menos el sexo, claro. Y el pago realizado en metálico en un banco, para que no haya vestigios del gasto.
Era el modo, decía otra, de concretar fantasías que su marido nunca aceptaría, y que además ella tampoco consideraba fuese posible realizar por pudor o prejuicios, o simplemente porque justamente de eso se trataba la fantasía: hacerlo con un extraño. Es la mejor forma, aseguraba una cuarta, de mantener su matrimonio.
Todo sonaba muy parecido al antiguo “ir de putas”, de los hombres. Aunque las entrevistadas decían que sus experiencias fueron con tipos corrientes, no trabajadores del sexo. Para eso las agencias, que recababan suficientes datos antes de conceder las citas. Solo polvos, espolvoreados con bastante adrenalina. Y por lo general, algunos gastos pagados por el caballero semi anónimo.
Debo confesar que yo era muy escéptico con el tema de las relaciones de internet. Claro, me quedé en la época del chat de Hotmail, sin cámaras ni micrófonos. La tecnología arrasó mi recelo. Y ahora con los móviles, los sms, etc. Se de parejas muy felices unidas con un click.
Antes, con el simple chateo, todo era un palabrerío poco fiable, un ejercicio de onanismo universal: Que tengo treinta años y en realidad pasaba los cincuenta; que la soledad, esto y lo otro y en verdad tenía un familión y una prole de varios pueblos a la redonda; que le gustaba el sexo tántrico y se conocía el kamasutra de memoria pero la realidad es que no le veía “la cara a Dios” desde hacía varias generaciones. En fin, en su momento me inspiro una canción que ahora ya suena antigua, por supuesto:
“Le habla de sus ansias, de su modo de ser
Y él la sueña cada noche cuando cierra el Messenger…
Ella no le ha dicho nunca que cumplió cincuenta y seis
Y él no dice que postrado en ese lecho lleva tres…”
(Messenger, 2001)
Ahora con el Facebook es muy diferente. Antes de solicitar, o conceder una amistad a un desconocid@, ya sabes qué música le gusta, qué lee, que estupideces comenta –lo que da una aproximación a su coeficiente intelectual-, si va mucho al cine, si le gusta mucho el trago…todo el curri y el culum completo. Así pues si surge una cita real la sorpresa no es tan traumática. No más que la te llevas luego de unos años de casad@.
Algunas veces simplifica las cosas. Directamente van al sexo, que es lo que les falta conocer del otro. Lo demás consta en su perfil. Si mienten el fraude se devela muy rápido. Por no hablar de las antiguas parejas que se reencuentran y las que se separan. L@s ex que reaparecen subitamente enamorados, o furiosos, envíando vídeos sugestivos, indirectas apasionadas, "me gusta" hasta la errata, sonrisas de paréntesis interminables. Sin necesidad de usar el chat para que nadie se entere: mensajes y mensajes a cual más besucón, o abrazón. Claro, que aquí también hay trampa, cómo no...La realidad, la palpable y cotidiana, y el efecto que produce en cada vida con sus más y sus menos, segundo a segundo, es muy distinta a la rabia y la baba virtual.
Ahora, igual, para estar actualizado escribí una canción sobre el Facebook.
“…golpes militares y romances de escuela
Que evoca una foto que vi en FB…
…dónde en septiembre ya es primavera
Aquella muchacha ya es una mujer
Que cuelga en su “muro” con orgullo de abuela
La imagen del niño que acaba de nacer…”
(La foto de Facebook)
No sé cuánto tiempo tardará en estar caduca, pero así es la vida, bueno, la tecnología.

miércoles, 12 de octubre de 2011

DECALOGO MACHO: Qué queremos los hombres, de ellas.

Lo que escribiré a continuación no pretende ser nada original, qué bah, son más bien tópicos pero como lo que abunda no daña, dicen, no está demás si sirve para echar un poco de luz. Por echar algo. Que por ahí van los tiros. Los nuestros. “¡Macho!”, dijo la partera.
Antes de nada, y para entrar de lleno en los puntos esenciales, los hombres queremos que ellas siempre estén disponibles. Ya me entienden, disponibles…Es una cosa primitiva, ya lo sé, pero es lo que hay. Todavía, miles de años después. Como ya lo describí más “largamente” en anteriores entradas: el que manda es “EL”. Con mayúsculas. Si nos quieren tener contentos tienen que darle de tanto en tanto el gusto. Más de tanto que “de tanto en tanto”. Por lo demás estamos para servirlas, siempre y cuando no juegue nuestro equipo favorito, eso es bastante sagrado. Ellas saben ¡y vaya si lo saben! Que para nosotros el sexo es lo primero. Y lo segundo, y lo tercero. Aunque a determinadas edades lo segundo ya es una tarea improbable. Y peligrosa. En fin, he aquí una breve enumeración de -esta vez sí- pretenciosa y secular fantasía masculina, una utopía…tras otra.
PRIMERO: Que no nos recriminen por mear fuera de taza del wáter. Les explico a las que no lo sabían: (ya sé que les da igual las razones, pero a lo mejor pillo a alguna distraída, y le hago un favor a un amigo, o no) Cuando nos levantamos se suele levantar también el mozo, está tenso, y tan atontado como su portador. Lo cual hace muy difícil direccionar con exactitud su desahogo. Y más aún contener la densidad de éste. ¿Han visto las regaderas de los parques? Tienen el grueso del fluido en un sentido bien definido. Visto de lejos es casi perfecto. Pero según nos acercamos vemos que de la boca de salida surge un rocío que nos acaba mojando los pies. Tal cual. En especial de mañana, estando medio dormidos. Y de noche, si estamos medio borrachos. Deberíamos limpiar, y lo haríamos si nos quedara tiempo entre mirarlo, saludarlo, sacudirlo, embolsarlo y desperezarnos aliviados. Como lo que cae al suelo lo pisamos sin darle mucha trascendencia, aunque esté húmedo y nosotros descalzos (siempre hay cierta humedad en el suelo del baño, no sé por qué). Luego posamos nuestras manazas en el lavabo para tratar de reconocernos en el espejo, nos restregamos los ojos, bostezamos o eructamos, o ambas cosas, nos rascamos el culo, nos picamos la nariz para quitar algún moco molesto y finalmente abrimos el grifo y nos lavamos las manos. Lo primero que pensamos es que tenemos que afeitarnos. Y esa obligación ya nos pone de mal humor.
Ya ven, mujeres, que lo nuestro no es fácil.
De los momentos posteriores a la mañana, o anteriores a la borrachera nocturna, no se me ha ocurrido ningún pretexto. Pero, tranquilas, que lo hay, seguro, siempre…ya pensaré en algo. Esto es solo una síntesis, eh, que no pretendo escribir una enciclopedia, faltaba más.
SEGUNDO: Queremos que se vistan “sexis” en casa. Y que salgan a la calle, aunque tengan que llevar sus currículos a la “Stándard Oil”, como si estuviesen en casa, no “sexis” si no más bien lo contrario y si le agregan ese rictus de odio que se les queda después de haber visto la taza del wáter, mejor. Mucho mejor.
TERCERO: Que no nos acosen con reproches justo en el momento en el que juega nuestro equipo favorito. Es de cajón, para apostar y no perder, que siempre que estamos subyugados por un jugadón que puede acabar en gol, en vez de ver de cerca las piernas que llevan el balón, nos sorprenden las piernas –bonitas, sí muy bonitas- de ellas, entre nosotros y la pantalla de la televisión. Y sus voces: “¡Desde mañana el baño lo limpias tú!”.
Y no les basta que le digamos “sí, sí”, instintivamente mientras manoteamos el aire sugiriéndoles que se aparten, o que inclinemos nuestras cabezas buscando un hueco, no. Ellas, brazos en jarra nos clavaran sus miradas para que las miremos a los ojos, para asegurarse que les prestamos verdadera atención. Es en ese preciso momento en el que escuchamos: “¡Gooooool!” . Y como no veíamos, no sabemos si es a favor o en contra. Ahí, ellas sí giran sus cabezas y miran. Y dejándonos como un estropajo nos dicen, yéndose satisfechas: “Después lo repiten en las noticias”. ¡Pero no es lo mismo! Esto está en directo. Y nos lo perdimos.
ANEXO AL PUNTO SEGUNDO: Sí, queremos que se vistan “sexis” cuando salen…con nosotros.
Por eso:
CUARTO: Que no nos pregunten cien veces: “¿Estoy bien así?”. Nunca vamos a coincidir. Ellas esperan a que les demos una respuesta desde un punto de vista femenino ¡pero si tuviésemos ese punto de vista tan pronunciado seríamos gays! Ellas están pensando en detalles que verán o presumen que verán otras congéneres, aparte de los hombres, pero por sobre todo la “competencia”. Y en eso no tenemos la más pálida idea.
Ellas realizan una carambola con sus pensamientos, más o menos así: piensan qué pensará fulana que piensa zutano que vino con mengana, cuando me mira el escote. Por ejemplo. Y hasta “qué piensa fulana…” la seguimos, luego, imposible. Porque a no confundirse, amigos: ellas piensan “en” nosotros, no lo piensan “como” nosotros. Y la diferencia es esta: los hombres exhibimos un “trofeo”, mientras que ellas imaginan una galería y en la galería el reflejo de sus siluetas en los cristales de los escaparates donde se exhiben trofeos, y comparan mentalmente las otras siluetas reflejadas y el brillo de los ojos de los hombres que buscan los escotes, sin dejar, ellas, de comparar otros escotes y criticar los “trofeos” exhibidos por marmotas como uno. ¿A qué es complicado? ¿A qué marea un poco? Yo tampoco sé cómo lo hacen, pero lo hacen.
QUINTO: Que estén siempre “disponibles”…¿Qué ya lo dije?...bueno, entonces…corrijo:
QUINTO: Que no nos pidan que hagamos orden y/o limpieza “como ellas”. Para nosotros lo que no se ve, no se ve. Por ejemplo, la parte de atrás de los libros en las estanterías. O la parte superior de los libros en los estantes más altos ¿quién mira ahí? Nadie. Salvo que saquemos uno no lo notamos. Y si tiene un poco de polvo, con soplar, asunto arreglado. Con las sábanas lo mismo ¿quién se da cuenta que no están bien tendidas? Ni siquiera uno al acostarse nota la diferencia, ¿no? Bueno, ellas sí. Aunque las arrugas estén de “nuestro” lado. Uno se entera que ellas lo saben cuando comienzan a tironear de un modo nervioso por debajo de la almohada, la nuestra. Y en el momento en el que empezábamos a quedarnos dormidos.
El baño ¡santuario si los hay! ¿Limpiarlo? Claro, por qué no. Alguna vez, por supuesto. Pero el remedio es peor que la enfermedad. Una cosa es que te digan: “¡Mañana el baño lo limpias tú!”, y otra, muy distinta: “¿Y el espejo? ¿No le has pasado el limpiacristales nuevo que compré? ¿Cómo que no sabes dónde está? Está ahí, junto a los productos de limpieza ¿Cómo que cuál es? ¿Eres tonto? ¡El que dice limpiacristales!”.
Ni habíamos mirado, la verdad.
“¿Y la taza del wáter?”. Ya estamos de nuevo. “¿Para qué tenemos ese trapo, con los guantes de goma..? ¡Ay! La bañera llena de pelos…”
-He pasado la fregona…-, alegamos tímidamente.
“¿La fregona? Pero si es que no has barrido antes (¡Ups! Había que barrer)…¿Le has echado desinfectante al agua, por lo menos?”. No, no, se lo echamos. Así que finalmente llega la eterna frase: “¡Para limpiar “así” mejor no hubieses hecho nada!”.
Exacto. Si de eso hablaba yo.
Pero entonces vienen otras tareas, puesto que en las anteriores demostramos nuestra estupenda inutilidad.
-El grifo pierde…a ver cuándo lo arreglas…
Ese “a ver” es ya.
Y nosotros: “¿Qué grifo?”. Ah, ése…
Una gotita de mierda que no molesta a nadie. Solo a ellas.
-Mira la marca que ha hecho en el costado del fregadero…-, dramatizan. Y lo hacen a las mil maravillas.
¿Qué “marca”? Uno la verdad que no ve nada. Pero seguro que está “marcado”. Si lo dice así.
A buscar la llave inglesa…y toda la caja de herramientas, porque nunca se sabe. Además, si no la montamos bien grande no estamos tranquilos. Ahí sacamos pecho, a lo macho, cuando empezamos a desparramar toda clase de artilugios metálicos. Y sucios. Entonces nos advierten:
-Después limpias todo eso, eh…y no apoyes esas “cosas” en la encimera, ponlas en el suelo…
Es que nos quedan lejos, si nos falta algo tenemos que estar agachándonos todo el tiempo. No, no lo entienden.
-…y pon un plástico debajo.
¿Y de dónde saco yo un plástico ahora? Pensamos mirando a todos lados, desorientados.
Y ellas saben que ya nos han puesto en aprietos. Creo que lo disfrutan. Entonces, sacudiendo la cabeza con fastidio, nos dan un hule todo dobladito que guardaban en un cajón de la cocina que no sabíamos que existía. El cajón. Ni el hule tampoco.
-Usa esto…
Sentimos que el tiempo se nos va, inútilmente. Podíamos haber estado haciendo nada, que es lo que mejor se nos da, aún con el eco de unos rezongos a nuestro alrededor. Y se nos seguirá yendo el tiempo, luego, reordenando el desorden que organizamos, dejando huellas de dedos por cantidad de sitios que serán pasto de futuras reclamaciones. ¡Vaya uno a saber qué productos usarán ellas para quitar esas marquitas en tan variadas superficies! Si cuando ya aprendimos que el embase de “etiqueta verde” servía para limpiar “única y exclusivamente, y con un chorrito así, ves…” el lavabo ¡Saz! Ya compraron otro de “etiqueta azul” y pico encorvado: “Este es igual que el de “etiqueta amarilla” que compré el mes pasado, y es diez céntimos más barato ¿sabes?..”. Ajá. “…y si le echas menos, así, dos gotitas, rinde lo mismo, ves…”. Ajá. “El de los muebles es este, ves que dice para madera…”. Ajá. “…no uses el de “etiqueta roja” porque le quita brillo, déjalo para los estantes, los de ahí arriba, de los libros…”. Ajá, así que “ahí” sí, ajá. Yo creo que intuyen que toda esa información que nos dan es gastar pólvora en chimangos. Es más, estoy convencido de que se lo repiten para ellas mismas, es una gimnasia mental. Es el modo en que mantienen ágil y lubricado el laberinto físico y virtual de sus cerebros. Esa inmensa autopista por donde circulan a altísima velocidad infinidad de vehículos cargados de notas de los niños, facturas nuestras, toneladas de comestibles, miríadas de productos de limpieza, sus precios, las caras de las cajeras de los supermercados, y la gotera del grifo, y la marca que dejó la gotera…y la taza del wáter…y el universo…
¿Cómo no les va doler la cabeza? Claro. A quién no. Bueno, a nosotros no.
Y eso parece ser el motivo, creo, ahora que lo pienso, de llegar tan agotadas al final del día….¡Justo cuando por fin las tenemos a mano!…¡disponibles! Solo faltaría que además estuviesen dispuestas, y eso ya sería la bomba.
Que sin lugar a dudas es lo que más queremos los hombres. De ellas.

viernes, 7 de octubre de 2011

El tiempo, la empleada pública, el tren y el chucho

Tengo cincuenta tacos, o pirulos. Como prefieran. Son años. Todos. Llevo en esta vida unos dieciocho mil cuatrocientos treinta días. Más o menos. Con sus respectivas noches, claro, lo que sumado sería algo así como treinta y seis mil ochocientos sesenta momentos diurnos y nocturnos. Sin contar las mañanas y las tardes. Que ellas también cuentan, por supuesto. Si las matemáticas no me fallan, en horas, la suma sería la siguiente, a ver: cuatrocientos treinta y ocho mil, minutos más, menos. Y en esto no van los nueve meses que me los pasé buceando. Que hay que tener agallas.
Ahora digo yo, después de semejantes cifras, por qué le tengo que aguantar la cara de culo a la empleada de turno de una oficina pública, en la que he gastado ingentes cantidades de esos números en proveerla de nómina y café, ¿eh? ¿Eeeeh?
A ver que alguien me lo explique. Que igual no me interesa que me expliquen nada. ¡Quiero que me atiendan con una mínima cortesía! Al menos que me presten atención, y no que esté atenta a sus teléfonos y/o su reloj, o a los gestos del coleguita de la otra mesa. Si espera a que llegue Brad Pitt para dar un trato amable, va frita. Ese no va ni a su propio escritorio a mirar los extractos de sus cuentas bancarias. ¿Se imaginan al personaje metiendo su libreta de debito en el cajero automático de la esquina? No, ¿no? Imposible. Yo me he imaginado a Demi Moore, en un par de ocasiones haciendo cola en mi sucursal bancaria. No les recomiendo ese ejercicio. Ni para hacer tiempo, mental. La sorpresa siempre es ingrata, se los aseguro. Un solo giro de cabeza de la imaginada, y del paraíso al infierno en un abrir y cerrar de ojos. Y a veces mejor dejarlos cerrados unos segundos hasta oír que los pasos se alejan. Lejos.
Es como cuando te subes al autobus, o al avión. O al tren y te ilusionas pensando que te va a tocar compartir ese largo viaje con una simpática modelo a la cual, casualmente, acaba de abandonar su novio. O que busca uno diferente a los del mundo de las pasarelas, el lujo, el glamour, la riqueza, la belleza…En fin busca a alguien simple, como uno, bah! Pero no, ahí viene esa inmensa mujer, cargada de bolsos, buscando su número de asiento, resoplando malhumorada; y uno empieza a murmurar para sus adentros, sin dejar de mirarla, como si pudiésemos hipnotizarla: “Aquí no. Aquí no. Aquí no”. Y a medida que se acerca cambiamos del conjuro al rezo: “Que no sea aquí. Que no sea aquí, que no sea aquí”. Cuando por fin la vemos pasar de largo suspiramos profundamente. Justo en ese momento, la que no vimos venir, porque venía de atrás, se agacha sonriente a ver el numerito sobre nuestras cabezas: “Es este”, susurra satisfecha. La anciana acomoda primero la cajita del perro sobre el asiento, y con el chucho en brazos, cual bebé, nos mira pidiéndonos socorro para que le subamos sus bolsos al portamaletas. Lo primero que se nos ocurre es preguntarle si va muy lejos, como si fuese un autobús que para en cada esquina. Madrid-Valencia, horas y horas. Sin paradas. Ni una.
Debería llevar el animalito en la caja, pero eso no sucederá. No lo va a hacer, no. Cómo va a hacer sufrir al pichicho. Más cuando otros, en asientos alejados, le hacen gestos de “qué lindo el perrito”. Una trae a su hija desde la otra punta del vagón y se lo enseña “mira qué bonito, y va a viajar con nosotras…ves, él no llora, se porta bien”. No el que llora soy yo. Por dentro. Y a lágrima viva cuando a los cinco minutos de ponerse en marcha el tren, la tipa comienza a sacar con dificultad de un bolso que parece una muñeca rusa, toda una parafernalia indescriptible de cacharritos y bolsitas de comida para ella y para el peluche malcriado. Y el asunto ahora, además, comienza a oler peor. Cuánto más nos arrinconamos contra la ventanilla, más espacio cedemos. Y lo ocupan. Casi que nos arrepentimos de haberle echado el maleficio a la gorda que pasó de largo. Hasta fantaseamos con que hubiese sido una agradable compañera de viaje. Ya la añoramos. Por lo menos era una sola “cosa”. Un consejo: ni se les ocurra tratar de caerle simpático al chucho. Misión imposible. Vamos a ver sus dientes durante toda la travesía, aunque su dueña se empeñe en explicarnos que lo que lo pone mal es el encierro. “El que se siente encerrado soy yo, señora-, me dan ganas de decirle, -pero me las aguanto”. Y así te pasas todo el camino, levantando la cabeza para ver si alguien se arrojó del tren y dejó un asiento libre para poder mudarnos de sitio, aunque sea pasillo. O en el pasillo mismo, si nos dejasen.
Lo único positivo es que no tienes que reprimirte. Si has ingerido un desayuno beligerante, o bebiste varias gaseosas, nada de contener hasta el límite ese deambular incesante de burbujas intestinales. Disimuladamente te relajas y dejas fluir. ¿Quién ha sido? El peludo y pulguiento polizonte, que ahora nos olfatea con más mala leche. Si su propietaria te pone fea cara, que se aguante también. Para el resto del pasaje: fue el chucho o su dueña, o ambos. Igual que con la empleada de la oficina pública. Que el resto del personal dude si fuiste tú, o ella. Con tantos cafés que bebe y tanto tiempo sentada. ¡Ahora tienes motivos para estar de mal humor, joder!

jueves, 6 de octubre de 2011

LOS y LAS EX en FACEBOOK: DIALOGOS

-Me he quitado a todos los “amigos” del infeliz de mi facebook…me quedaron pocos pero para lo que me interesa saber de “ellos”…
-¿También a su primo Antonio? Es un chico tan bueno. Igual que el tío Gregorio…o María Pilar, la hija del cuñado…
-¡No! Que a ellos no. Antoñito es un amor, me llama siempre, sabes…y el Gregorio lo mismo ¡hasta se ofreció para cuidar a la niña!
-Entonces se van a enterar de todo…
-¿Quiénes?
-Y…pues todos…si los tienes tú, y a su vez los tienen los demás…
-¿Así?
-¡Claro!
-Bueno, pues los quito a todos y se acabó…
-¡Eh! A mí no, que soy tu hermana…
EL DILEMA: ¿Me creo un perfil nuevo con otro nombre? ¿Me paso a la clandestinidad? ¿Y si el otro/otra hace lo mismo? ¿Cómo me entero en lo qué anda?
-No escribo más y listo…desde ahora solo voy a leer, y a mirar ¿se darán cuenta si entro en sus muros?
-Creo que no, Carmen, pero para eso date de baja de tu página…
-Me parece un poco fuerte ¿no te parece? ¿Por qué “yo”? ¡No, no! Si quieren verme que lo hagan, allá “ellos” ¡Me voy a sacar unas fotos en pelotas y vas a ver cómo se van solitos!
-¿Irse? ¡Juá! No tienes ni idea, corazón, ¡Y a ver si no te quitan la custodia de la nena! No hagas locuras, quieres..
ERROR: Todo lo que uno cree que generará rechazo, seguro, genera morbo, ergo: audiencia; ergo: humillación; ergo: furia; ergo…

RASTREOS Y ARRASTRES

(Diálogo entre amigos en la oficina)
-¿Sabes que Fernando se separó?
-¡Qué me cuentas! Parecían una pareja tan sólida…
-No creas, yo la venía siguiendo a Norma en el Face…y en el chat ¡Y qué casualidad que siempre que estaba Felipe estaba ella!
-¿Qué Felipe?
-Felipe, ese alto que estaba en el casamiento de Manu…ahí ya los vi medio enrollados…
-Tú dices Manu, el que jugó el partido que perdimos seis a cero…
-Claro, hombre, que jugó de lateral izquierdo ¿te acuerdas? Lo único bueno era que metía miedo cuando iba al cruce…aunque no paraba a nadie…
-¡Ah! Sí, si ya me acuerdo…¿Y Norma lo dejó por ese tipo?
-Yo qué sé…pero entrase a la hora que entrase siempre estaban conectados los dos, me entiendes…
-O sea que la mujer de Manu…está libre…
-No, que te has confundido: te hablo de Norma, la tetona, a ver si con eso te guías mejor, y de Felipe, el larguirucho que parecía Gasol…
-Ah, Felipe…
-Sí, que sí, se llama Felipe y…¡Epa! ¿No me digas que te gusta Rocío?
-¿Quién?
-Vamos, “quién”, la mujer de Manu…seguro que has visto las fotos nuevas de la pelirroja…
-¿Entonces no está separada?
-¡Si se casaron el año pasado! Si se entera Manu ¡te mata!
-Todo lo que quieras, pero si cuelga “esas” fotos algo estará “buscando”, ¿no?
-¿Tú no sabes que las mujeres compiten entre ellas más que nosotros en el fútbol?
-Sí, sí, pero “ese” tanga...bueno, bueno…

(Diálogo entre amigas en la puerta de un ministerio)

-Juanca me ha vuelto a poner “me gusta”…cada cosa que cuelgo en el muro me pone algún comentario…cosas cortitas…o que le gusta ¡qué dulce!
-Está casado.
-Ya lo sé ¿Y?...además estuve mirando en sus álbumes de fotos y no he visto ni una de “ella”…quién sabe…
-Yo. Yo sé…lo que no sabía era que te gustase tanto…
-Es un tipo muy divertido ¡y tiene un cuerpazo!
-¡Ay, ay, Rosita!
-Qué, si es la verdad ¿a qué está bueno?
-Sí, pero está casado…
-Estará muy casado pero siempre me envía “recaditos”…yo también estaba casada y aquí me ves…
-Pero es diferente…los hombres no se “descasan” ¡hay que echarlos a patadas…como hice yo! Si es por ellos te puedes encontrar otra tipa en la cama como si nada, te terminas haciendo amiga, entonces trae otra, y luego otra…no les importa el color, la altura, el olor…recién cuando se cae de la cama por que ya no hay sitio, se entera que la ha cagado, y aún así, hay que agarrarlo entre todas ¡y a la puta calle!
-¡Ay, mira que eres exagerada! Mi ex se fue solo…y hasta me dejó todo, ni un grito, nada…es cierto que le dije que dónde lo pillara metiéndome los cuernos me iba a olvidar que soy policía y le iba meter un par de tiros entre las piernas para que se entere…pero nada más.
-Lo mismo le dije a José, pero una no es como “ellos”, y más cuando hay niños de por medio, sabes…eso sí, él sabe muy bien que el día que no me deposite la mensualidad le caigo con toda la comisaría…¡y se va a enterar!

ELLAS y ELLOS al acecho

-Estuve mirando a las “amigas” de Enrique…
-¿Y?
-Hay dos a las que les mande la solicitud de “amistad”…que de tipas buenas que “tiene” el hijo de puta…
-¡Ojo! No la vas a liar con Quique.
-¿Porqué liar? ¿Qué tiene de malo querer tener más “amigas” en el Face..? El le envío a una “amiga” mía y se terminaron enrollando…así que ahora yo voy a por “sus amigas”…hay una a la que ya le he echado el ojo…
-¿Así? ¿Quién? ¿La conozco?
-A una tal “Mariluz”…no sé si es el nombre verdadero, vi sus fotos, aunque tiene muy pocas…¿de qué te ríes?
-¿Una morena?
-¿Qué, la tienes tú también? Yo no la he visto…bueno así de pasada, no es que espíe tus contactos, sabes…
-Son fotos de una modelo filipina…
-¿Es filipina?
-No, macho, que “las fotos” son de una modelo filipina…la vi en internet…la “Mariluz” no es así, la conozco de la discoteca, y en lo único que se parece a la modelo es en el blanco de los ojos, y eso antes de medianoche, luego los tiene como los de las vampiras de las pelis…
-Bueno, por lo menos es mujer, ¿No?
-….
-¿No?

EL ARMARIO DE FACEBOOK

-¿Qué te apuestas a que Juan Fran es gay?
-¿Juan Fran? ¡Qué dices! Si se va a casar en diciembre, y vieras la que tienen montada en el pueblo de ella. Claro, los padres de la chica son dueños de casi todo, el párroco es su tío…
-No me has escuchado ¿qué te apuestas a que es gay?
-¿Y tú? ¿Acabas de oír lo que te he contado? Parece que no…
-¿Quieres pruebas? Escucha…escucha: ¿Has visto las fotos de sus álbumes de Facebook? ¿No? Si es que tú eres un renegado de internet…pues yo no, y me encanta el cotilleo: Ese tío está pidiendo a gritos que lo saquen del armario. No solo las fotos ¡los comentarios! Tú no has visto los vídeos que cuelga ¿y los enlaces?: Es gay
-Mira, no entiendo ni media palabra de lo que dices…pero es cierto que tiene una actitud, unos modos…
-¿Sabes cuántas “amigas” tiene en su página? Yo las conté: Doce. A cinco las conocemos del gimnasio, son gays. Dos son pareja. Las otras siete mujeres son, a saber: Su madre, por supuesto; su tía Camila; su hermana, Beatriz, claro; las primas: Ester y la otra no sé cómo se llama, además es parca como una mula; su “novia” y ¡Lady Gaga! Anda si no es gay…
-¿A Lady Gaga?
-Sí, bueno, el club de fans, a ella no, claro. ¿Sabes cuántos “amigos”, tíos, tiene? ¡Ciento treinta y seis! Y entre ellos el fan club de Enrique Iglesias, el de Sean Hayes, el de George Michael, el de Neil Patrick Harris…y a ti, y a mí, y a los chicos del gimnasio en pleno…
-Pobre la niña, va a ser un escándalo para ella si se enteran en el pueblo…
-¿Y Tú te crees que ella no sabe nada? También la he “investigado” en su Face, ayer, por que hasta ahora no quería darme la “amistad”…
-¡Eres un cotilla! ¡Eso no se hace! Está muy, pero que muy mal…bueno, y ya que lo has hecho ¿qué? Ahora no me dejes con la espina, cuenta…
-Están hechos el uno para el otro…
-¿Cómo?
-Es lo mismo pero al revés, eso sí, ella también tiene a Lady Gaga.

domingo, 2 de octubre de 2011

LOS y LAS EX en FACEBOOK, una sana competencia

Una sana competencia aquella en la que se entreveran las ex parejas. Y digo sana, porque lo es, sin duda. Hay que ver la cantidad de dietas y horas de gimnasia que se desatan luego de una ruptura sentimental y/o matrimonial. La cantidad de tintura y pintura que se vende puede ser apoteósica. Cuando es sana, por que quieras o no una nueva puesta a punto siempre sienta bien aunque más no sea para refregársela en la cara, facebook mediante, al o la ex. Con el pretexto de que “cuelgo unas fotitos nuevas para que las vea la prima Hortencia que vive en los Valles Calchaquíes”, le damos un saludito insidioso a quien, seguro, nos está fisgoneando con morbo desde algún recóndito paraje. Le mostramos nuestra actual “lozanía” y de paso…la última “conquista”. Que a veces es realmente la “última”.
Ellas no se quedan atrás, es más, suelen ir por delante. Porque a constancia no les gana nadie. No se les olvida ni una coma, y como si fuera poco, son consecuentes.
Es una revancha milenaria, la de estos tiempos. Antes, los hombres se paseaban muy orondos con sus “queridas”, ante la mirada por lo menos cómplice de unas sociedades encorsetadas en prejuicios y represiones de una moral diseñado por el puño masculino –sí, parecidas al del mundo árabe actual, y oriental no uruguayo-. Eso ha cambiado en occidente, al menos en buena parte de él, gracias a internet, primero; y facebook, después. Las comunicaciones han revolucionado todo abriendo una puerta a la “dimensión desconocida”. Más desconocida para nosotros, los hombres. Las mujeres capturaron las nuevas tecnologías con menos rapidez, pero con sutileza ya nos sacaron varios cuerpos. Son más detallistas, más observadoras…y más tenaces, aparte de sagacidad y…
Nosotros no. Seguimos a nuestra bola con la torpeza que nos caracteriza, mecidos por la supuesta impunidad de “macho”, a la antigua. Así pues exhibimos nuestras vergüenzas por toda la red, sacando pecho como el gorila de lomo plateado de la película “Congo”. Y ahí está la foto: un tipo maduro, y más que maduro, abrazado “enamoradísimo” a un putón con el maquillaje corrido, para demostrar que hubo refriega; o sino “acaramelados” con una cría de igual cantidad de neuronas que las del primate en celo, uno. Y tan felices. Que al fin y al cabo se trata de eso. Lo que decía antes: Un deporte sano. Claro que a esas fotos también las ven los hijos, si los hay. Pero eso no importa. Al contrario, todos están informados de todo. Y ellos, los jóvenes, son más parte de este tiempo que nosotros. Mientras sea para bien, lo demás es anecdótico. Otra cosa buena es que se evita mezclar, justamente, a los hijos en temas que no les incumben, no demasiado. Ya no les preguntan, por ejemplo:
-¿Has visto a tu padre? ¿Qué es de la vida de ese desgraciado que todavía no pasó la mensualidad, y no contesta al teléfono?
No; ahora tienes Facebook. Está a la última con tu ex. Si ves fotitos de playa, ya sabes que va a ser difícil que con lo que gana aún le quede para pasarte ni un billete. Sobre todo a juzgar por la cara del putón: el que pone el dinero es él. A menos que trabaje de “chulo”. Y si está con la cría, a no ser que la chica les robe dinero a sus padres…
Y el tipo:
-“Esta” se retocó con el photoshop ¡si no tenía “esas” tetas! ¡Ni “esa” cintura”! ¿No será que cuando me dijo que se iba un mes a casa de su tía Renata, en realidad se fue a hacer una liposucción? ¿Con qué guita? No creo que el “macho” que está en la foto tenga un céntimo…aunque en la otra foto está sentado en una coupé…seguro que no es de él…(luego de unos minutos de mirar el canalón en el escote de su ex) ¡No, no tenía “esas” tetas!
Y ella: (mirando la foto de su ex con otra)
-¡”Esa” se hace la pendeja pero debe andar por los cuarenta…Humm, qué lindos aritos…seguro son “regalitos” del idiota…no creo, nunca tuvo buen gusto…no, los eligió ella y el baboso fue y pagó…¡Y después dice que no tiene dinero para los libros de los chicos!
Eso sí, la criticona luce, en su perfil, la cadenita de oro que le obsequió “su” conquista. Por eso sabe. Pero una cosa no quita la otra. ¿No?
Los niveles de promiscuidad rozan lo obsceno, con un mira cómo estoy, mira lo que tengo. Es un desafío constante, sin respiro. El problema es cuando escasean los recursos: si te cortan internet por falta de pago ¡Qué horror! Al locutorio de la esquina a seguir espiando.
-Tengo que ver si continúa con fulano…
Y si continúa qué. Además, seguro que continúa.
Y las “hinchadas” de uno y otro bando sin perder capítulo. Es una novela en tiempo real que está siendo observada por todos los conocidos viejos y nuevos de la ex pareja. Ninguno de ambos “competidores” quiere dejar por el camino a un “amigo”, de los que figuran en facebook. Aunque se trate de un verdadero amigo de la infancia del otro, con quien nunca cruzamos ni media palabra, pero como todos solicitan “amistad” con todos, ahí está, un cretino, con cara de cretino que no para de publicar pavadas y de darle “al me gusta” a cada foto del ex en la que parece se estuviera apareando con algo, o alguien…
Y los amigos:
-Mira qué linda la “nueva” de Paquito…buen culo, eh…¡y qué joven!
-Psss, sí, podría ser la nieta…El que es muy buen mozo, y se nota que es un “hombre”, es la pareja de Normita…¡Y qué ojos! Bien azules…
-¿A sí? ¿Ha puesto fotos nuevas? A ver…Huy, tiene una cara de bobo…a “ese” lo único que le importa es echarse unos polvos…
-¿Y tú qué sabes? Serás…Seguro que a “tu amigo” le interesan los conocimientos de literatura de esa pendeja…já, já…
-Por lo que vi en el perfil de ella, parece que es profesora de filosofía, así que de literatura sabe…
-El que no sabe nada de nada es Paquito, bobo, que ni te enteras de lo que digo…¿Cómo te gustaría a ti estar en su lugar, no?
-¿A mí? ¿A mí..? Noooo…

Esta historia continuará…

sábado, 1 de octubre de 2011

OBSEXIONES: Eiffel, la más grande

Hay gente que me ha dicho, a raíz de las últimas publicaciones –“entradas”, para decirlo con propiedad-, que éstas son una tontería. También hubo quienes las elogiaron. Pero lo más llamativo, para mí, es que unos y otros las han leído. Muchos de los cuales no leían ninguna de mis “sesudas reflexiones”. ¿Por qué será, no? Es, al fin, lo que aquel productor televisivo que mencioné en la primera “obsexiones”, declaraba a un periódico: el sexo tiene mucho rating. ¡Vaya descubrimiento!
Te puede gustar tal o cual música; tal o cual género literario; tal película, paisaje, mueble, inmueble, religión, ideología, yerba –pensaba en la yerba mate, pero ustedes elijan la que quieran, da igual-; tal o cual vino, comida…lo que sea: sin sexo todo sabe a poco. Y no me refiero solo al sexo explicito que en sí es bastante limitado –para los que somos “normalitos”-, sino al más vasto: el imaginario. El del deseo. ¿Qué sería del psicoanálisis sin el sexo? ¿Eh?
Por no hablar de las putas, oficio antiguo si los hay. Toda una tradición. Otra que los toros. Cuántos se han tragado unas buenas criadillas de toro con la vana ilusión de ingerir el gran elixir afrodisiaco. Y lo de afro me lleva a otra “larga” fantasía, tanto masculina como femenina. Muchas y muchos salieron defraudados del cine después de ver “Africa mía”. Sí, lo mismo que contaba ese cómico con lo de Clint Eastwood y los “Puentes de Madison”. Siempre parece una tontería pero a los hechos me remito. La fantasía no sabe de límites. Si no sería…una realidad. La cuestión es que a la leyenda –y no tan leyenda- de las enormes protuberancias genitales de los machos africanos, de raza negra para más datos, humanos, claro. Se suma la de las nalgas de las mujeres de la zona, turgentes, sólidas, resistentes a la celulitis y a otras afecciones más o menos comunes entre las mujeres occidentales, blancas, como ¿la flacidez? Bueno, pero este no era el punto. Pretendía hablar de los mitos –y no tan mitos- que no dejamos de mencionar durante al menos un par de horas al día, todos los días. No dos horas seguidas, aunque a veces sí. Si no intermitentemente con frases más o menos así: “Se hizo la picha un lío”. ¿Qué significa esto? ¿Qué la tenía tan larga que se le ha hecho un nudo? O “Ese negro tiene tres piernas” ¡Epa! Y si tiene qué. Es su problema. Qué es eso de meternos en la intimidad de los demás. El tema es nombrar, aún sin nombrarlo, el defecto o la virtud según los centímetros. Algunos pensarán que esto sucede en ámbitos de cretinos y maleantes. No, no, qué bah. Pasa en todas las clases sociales. En sectores más cultos disimulan mejor y hasta usan palabras extravagantes, pero les aseguro que la dedicación es la misma.
Si se le consulta a una mujer, de cualquier estrato social, sobre el tema, seguro dirá lo siguiente:
-¡No! El tamaño no importa, ese es un mito de ustedes, los hombres…Nosotras con unos buenos mimos, una buena conversación, una buena actitud, unos bombones o flores…
Bla, bla, bla, bla, bla, bla, y más bla, bla, bla…
La verdad es que si además rematas la noche –o el día-, después de un romántico paseo, y una buena conversación, y una buena actitud, y bombones y/o flores, con una “generosa” sorpresa, no te van a decir:
-¡No te hubieses molestado! Con las rabas a la romana y el vinito blanco era suficiente…
Para ser honestos, ellas tienen mucha razón en una cosa: nadie se enamora de un fragmento de otra persona. Aunque en algunos el fragmento pueda llevar un buen porcentaje del total. Me entienden. Y además hay otro factor. Uno común a todos, y a todas. Sí, el dinero. Pequeño gran detalle. Es un comodín que “estira” las propiedades de las que nos dotó la madre naturaleza, aunque solo sea de un modo semántico. Que no seméntico como les gustaría a tantos. Y por eso me he informado para relatarles la siguiente anécdota:
Se dice en ciertos libros biográficos –de unos biógrafos muy meticulosos, pero poco fiables, la verdad-, que el señor Eiffel, el de la torre de Paris, “sufría de un complejo de inferioridad por la notable –palabra contradictoria para su descripción, pero así lo apuntó un tal Francois Dummond o Drummond, porque hay dos libros similares en los que varía el apellido, aunque en ambos se lo cita como biógrafo- delgadez de su pene, amén de conciso”. O sea que la tenía re chiquita el tal Eiffel. Para resumir el extenso y profuso texto, colmado de abundantes detalles a cual más intrascendente, el hombre, luego de construir su legendaria obra metálica, vivió sus horas más felices rodeado de gente que le sobaba el oído con este halago: “La tuya es la más grande”. Y lo fue. Y aún mucho después de su muerte. Cosa verdaderamente insólita. Pero como decía Woody Allen: “los records están para ser superados”. Entonces un tal Van Alen, que no tiene nada que ver con Van Halen y el heavy metal, construyó el edificio Chrysler en Manhattan. Por un año, lo que duró su nueva marca, la tuvo más grande que el resto. Hay gente para la cual lo único importante es el tamaño.
En lo que a mí respecta, espero que esta “entrada” no le duela a nadie. Y que no pase inadvertida, porque eso sí que duele.

jueves, 22 de septiembre de 2011

OBSEXIONES: EL TAMAÑO IMPORTA

Basta ya con eso de que el tamaño no importa. Claro que importa ¡y mucho! Estoy harto de leer en diferentes medios especializados acerca del tema. Tanta cháchara se vuelve insoportable, amén de errónea. Se termina distorsionando la realidad de un modo tal, que la gente ya no sabe qué pensar. Un poco de claridad, al menos honestidad sobre el asunto, no nos vendría nada mal. A todos. Yo voy a sumar mi granito de arena, éste sí, chiquito.
Un FIAT, o SEAT si prefieren, seiscientos. Los famosos “bolita”. Nadie niega que eran la mar de simpáticos, muy prácticos sobre todo: se quedaba sin batería y los podías empujar solo, hasta les dabas un envión y de un salto ¡adentro! Ponías la marcha, y en una de esas arrancaba y todo. Lo mejor: lo metías en cualquier hueco. Sin embargo entre un seiscientos y un todo terreno, un buen BMW…bueno, aunque no sea un BMW, cualquier otro todoterreno, espacioso, ¡grande! ¿Con cuál te quedarías? Vamos, de verdad…¿No me vas a comparar, no?
Otro caso de dimensiones. Un pisito de treinta metros no es lo mismo que un chalet de dos plantas, jardín y piscina. Es muy cierto que el pisito es más fácil de limpiar, y te ahorras un buen dinero en muebles; con un par de cuadritos pintados por uno mismo o un amigo ya consigues un ambiente alegre; las cortinas pueden ser de los chinos que siempre traen unas telas muy curiosas, muy orientales, con dragoncitos y motivos así. ¡Pero no vas a compararme un chalet con “eso”! No importa el barrio, la ciudad, el país ¡ni los vecinos! Puedes tener hasta un garaje para llenarlo de porquerías ¡claro que el tamaño importa!
Y al igual que con el coche y la vivienda, hay otras cosas en las que el tamaño es fundamental. Otro ejemplo que me viene a la cabeza: un escritorio. Algunos no entran en el sitio en el que deseábamos ponerlo, es verdad. En el pisito de treinta metros seguro que no. No entra ni por la puerta. Pero en el chalet, en una de esas, hasta en el dormitorio principal. Porque hablo de un escritorio grande. Grande en serio. No de los pequeñajos y endebles, muy bonitos tal vez, de IKEA, en los que parece que todo lo que le pongas encima tiene que ser de IKEA: el lápiz, la carpeta, la tacita, el porta lápiz, el cuaderno…bah, como te lo presentan ellos, los de IKEA, y que al fin ni los niños le dan un uso siquiera parecido. Le ponen la mochila a la vuelta del cole y empiezan “¡Huy! Se salió la ruedita”. No, no, hablo de un escritorio machazo, de los de antes: sólido, amplio, de esos que satisfacen todas las necesidades. Que si tienes dos secretarias se puedan sentar una a cada extremo. Y si no eres de los que tienen secretarias, ¡que se siente quien se te dé la gana! ¿A que es mejor grande que pequeño? ¿A que sí? Claro.
Y se me ocurren todavía más cosas en las que el tamaño importa. Solo una más. Para no aburrir, pues la lista puede volverse interminable ¿O no? ¿A que a ustedes, lectores, les sucede algo parecido? Digo, se le ocurren muchos más ejemplos. Bueno, uno más: una carretera. ¿No es mejor que tenga varias vías, con su mediana correspondiente, a una ruta de mierda de dos manos? Por supuesto. ¡Si es que todos coincidimos! Si somos lo suficientemente honestos, sin prejuicios, seguro nos ponemos de acuerdo enseguida. No hay que ser condescendientes porque sí. Así que ¡basta de subterfugios y piadosas interpretaciones! ¡Basta de tanta filosofía, y de si el contenido es más importante que el continente! ¡Basta de pretender tender una mano a unas minorías que ya encontrarán sus propios espacios, sus huecos! ¡Basta de tanto blá, blá, blá!
El consenso, en democracia, debe y tiene que ser GRANDE. Y cuanto más GRANDE, mejor.
Le duela a quien le duela. ¿Y qué dice ese GRAN consenso? ¡Que el tamaño importa!
Igual ahora se me acaba de ocurrir otro ejemplo bastante gráfico, por cierto. Pero no quiero que me tilden de grosero. En todo caso, si se les ocurren a ustedes más ejemplos, me escriben y me lo cuentan. Tal vez los publique y todo. Eso sí, estoy seguro que coincidimos, ¿O no?

miércoles, 21 de septiembre de 2011

MARTIN PESCADOR, UN JUEGO

-Martín Pescador, ¿me dejará pasar?
-Pasará, pasará, pero…
Algo se debía dejar por el camino. Un peaje irrisorio, pero peaje al fin.
Pagar para seguir. El continuar no es gratis, ni en un juego de niños. Y cada mañana, mucho tiempo después, repetimos la pregunta al pararnos frente al espejo rumbo a lo cotidiano.
-Martín Pescador, ¿me dejará pasar?
Y la misma pregunta la vemos en miles de rostros que se cruzan fugazmente con nuestro propio interrogante. En muchos percibimos la respuesta, en otros, la angustia de un vago presentimiento. Pero todos sabemos que hay una ofrenda, un pago ineludible.
Martín Pescador, ese personaje pérfido e implacable, esa metáfora de portero insobornable sigue presente en nuestras vidas. Y no se cansa de sacar, como si de la galera de un mago se tratase, una infinita gama de sanciones y estipendios, multas absurdas y facturas ingratas, una variedad de tributos, a veces, de chiste; muchas otras de una crueldad que pareciera que el fondo de su chistera estuviese en el mismísimo infierno.
Pero él no hace el destino, solo es un empleado. Un funcionario más del insondable universo. De nada vale insultarlo, ni para desahogo. Está ahí para levantar la barrera después de la pregunta de rigor, y la inevitable respuesta. Que nos es igual para nadie. Ni previsible.
Sabe, es su trabajo, que todos pagaremos. A gusto o a disgusto. Todos, absolutamente todos, tendremos, siempre, algo con qué pagar. Nosotros lo sabemos, y el saberlo tiene doble filo: en tanto preguntemos hay camino, y pérdida.
Una sabiduría ancestral ha diseñado un sistema didáctico –uno de tantos-, para que de un modo lúdico incorporemos una regla esencial de nuestras existencias. Nos educa desde pequeños en el precioso, y doloroso, arte de vivir.
“Para nacer hay que romper un mundo”, escribió Hermann Hesse, el gran novelista y filosofo alemán. Del mismo modo que los pollos rompen el cascarón. Y las serpientes. Lo hacemos a diario. Con vehemencia, con desesperación, solos. No hay otro modo. La naturaleza social del ser humano ha buscado diversas formas de minimizar ese terror individual, el pavor a la respuesta del portero. Casi siempre erróneas.
-Martín Pescador, ¿nos dejará pasar?
Así, en plural, gritan a coro multitudes. Como si en la masa, el personaje no pudiese distinguir a cada uno de los componentes del colectivo. El tipo levanta la barrera pero sin mover una ceja da a cada uno su correspondiente factura. Desigual, por supuesto. A cada cual un monto diferente. Y arbitrario. Por eso, Dios. La imagen universal que justifica lo injusto. O merecido. O simplemente inexplicable. Dios, el supervisor del portero, el gerente de la gran empresa. Los reclamos nunca se los hacemos al guardia, dirigimos nuestra ira al jefe. Pedimos hablar con el gerente. Pero como en cualquier administración, nos conminan: pague primero y luego eleve su queja donde corresponda. Lo peor, al igual que en los contratos que firmamos ciegos de ilusión con los bancos creyendo tener asegurada la mensualidad eternamente. Y en el momento más acuciante nos dan a leer la letra pequeña. ¡Ahí va! Esa que subestimamos. ¡Ah, sí, cierto! En fin ¡qué cagada!
-Martín Pescador, ¿me dejará pasar?
Preguntamos nuevamente, solos.

martes, 20 de septiembre de 2011

OBSEXIONES ORALES: siempre hablando de lo mismo...

Hace poco leí en un periódico la noticia de la remake de un viejo programa de televisión. En la nota el productor dejaba claro que “por supuesto no va a faltar el sexo, es un ítem que concita mucha audiencia”. El sexo lo es todo. Para todos. ¿Quién no piensa aunque más no sea un minuto al día en el sexo? Que no me cuenten que el monje tal o la monja cual, porque solo por negarlo lo menta. ¿Quién no se hace una pregunta con respecto al sexo, hasta la más elemental? Veamos:
¿Es igual el sexo para la mujer que para el hombre? ¿Y después de los cuarenta? ¿Y después de los cincuenta? ¿Y después…? ¿Por qué los hombres buscan tener relaciones con jovencitas? ¿Por qué las mujeres buscan tener relaciones con jovencitos? ¿El tamaño no importa? Me refiero a todos los tamaños, los de todas las cosas. ¿Importa el color? ¿Con pelos o sin pelos? ¿Y los olores? ¿Por qué habiendo un campo de hierba tan delicado insistimos en jugar la revancha en una cancha embarrada? ¿Les gusta a ellas o es un “sacrificio” en aras del bien común? ¿Es un acto de dominación o un desesperado recurso de un ser disminuido? Porque a lo mejor el tipo cuenta con un equipamiento reducido para la magnitud de la obra, pero quiere demostrar toda su voluntad, con la mejor de sus intenciones.
¿Cuánto fingen las mujeres? ¿Y los hombres? Porque el desahogo no es un síntoma de satisfacción total, más aún si lo realiza con la ayuda de una imaginación muy activa. En pocas palabras: recreando las nalgas de su compañera de oficina.
-Tengo las caderas demasiado anchas, ¿no?
-¿Qué? No, para nada, cariño, están perfectas…¿qué te pareció el “amigo”?
-Es el más grande que he visto…en mi vida…es…es…muy grande…
Grande, claro, mayorcito, dirá, casi anciano. Pero él, contento. Se lo cree.
No; por supuesto no todos son (somos) así. No tanto. Ni siempre. Mucho menos al principio. Al principio de la relación, digo, cuando vamos convencidos y anhelantes por descubrir “el nuevo mundo”. Queremos el menú completo. Con postre y todo. Vamos y metemos la boca por todos lados. La boca, la lengua, la nariz…Desplegamos toda la artillería en un afán inútil: como nosotros, ninguno. Al menos por un instante es así. La novedad. Y a veces no importan los olores ni los sabores.
Una tipa decía una vez por televisión, y en horario de tarde-noche, o sea, familiar, a un presentador ávido de confidencias, decía ella: “A mí me sabe a lejía”, refiriéndose al semen, “pero me gusta tragarlo”. Toda una princesa.
Y un tipo, en otro canal: “No quiero que mi mujer bese a los niños con la misma boca que me la chupa…por eso prefiero ir con putas”. Todo un santo, el hombre.
Se preguntarán por qué veo programas tan cutres, bueno, ver lo que se dice ver, es puro zapping. Además cuál es el problema, la realidad es que están ahí, y lo que es más importante: el sexo está ahí. Todo el tiempo.
¿Realmente las mujeres soportan mejor la falta de sexo que el hombre? ¿Se masturban menos? ¿Las pajas mentales son menos “nocivas” que las físicas? ¿Hiere más un engaño físico ocasional o un engaño mental constante?
Un amigo, ya entrado en años, me soltaba su enorme sabiduría con respecto al sexo, como si fuese todo un mandamiento: “Los mejores polvos son los de soltero, y la mejores pajas, las de casado”. Qué tal el filosofo.
¿Con cuántos polvos al mes, o a la semana, o al día, un hombre viviría satisfecho?
Pensemos: ¿Uno al día? ¿Dos al día? ¿Tres..? Contando que el domingo se descansa como ordena el mandato bíblico.
Qué excita más de una peli porno: ¿Las poses? ¿Las dimensiones? ¿El decorado? ¿La iluminación? ¿Los falsos gemidos? ¿La duración? Porque yo no sé, esos tipos no es que aguantan lo indecible sino que parece que para acabar necesitaran un sacacorchos, les ves las caras y pensás: “Este se muere”. En sus compañeras suele ser evidente la actuación. Y en algunos casos, también la incomodidad. Eso sí todos ganan muy buen dinero, así que el esfuerzo vale la pena. En ocasiones, realmente se rompen el culo trabajando. Venía medio cantado el chiste.
Qué produce más celos, en el hombre: ¿Imaginarse a su pareja con otro hombre? ¿Con otra mujer? Bueno, con otra mujer en una de esas no produce celos, sino otra cosa. En la mujer, en cambio, además de sorpresa, es lo que me han dicho, también sentirían celos sin importar el sexo. Celos casi idénticos. El engaño es engaño y punto. Dicen. Ellas.
Pero volviendo a los celos, en el hombre, y profundizando en el tema: ¿Teme que otro les dé más placer? Algunos creen que se lo brindaban cuando ellas…fingían. Hace no mucho no necesitaban fingir porque el hombre descontaba que ellas no estaban ahí para eso. Pero el tiempo cambia los hábitos. Y aunque el hábito no hace al monje, ya sabemos.
Una de las fantasías más tenebrosas para los tipos es proyectar la imagen de su pareja en una situación, para sí, excitante: El rostro ruborizado de ella acercando la boca abierta con glotonería en dirección a un enorme falo, ajeno. Ahora si lo excita o no qué cosa, no sé, pero va unido al dolor. Al igual que imaginarse los grititos de placer ante cada envestida, grititos que en realidad nunca escuchó de la mujer pero imagina serían posibles. Claro que es una pajería. Pero así funcionan (funcionamos) los hombres. Y peor.
¿Y las mujeres?
Una decía, en la tele, sí, también, también…”A mí lo que más me dolería es que se “enamorase” de otra”. ¿Solo eso? Un amigo que conozco le hubiese respondido: “No te preocupes, mi amor, que enamorar, lo que se dice enamorar, ni loco...quedate tranquila, es una aventurita, nada más…”. Porque el tipo es así de noble.
¿Es una cuestión de “justicia”? ¿De igualdad? A ver: ¿Qué les duele a las mujeres en equivalencia a un dolor de testículos después de un calentón interruptus?
Vas a cenar, luego unas copas con morreo, luego morreo de regreso, luego…”No, esta noche no”. El personaje ya tenía la bala en la recamara, y el cargador lleno. Próximo campo de tiro, el wáter. Una amiga me contaba –no, no trabaja en la tele-, que para ella una buena cena, unas copas y un par de besos eran más que suficientes, por ser la primera noche. Que si bien podría avanzar más, y en alguna ocasión lo hizo, le encantaba ese toque de romanticismo, a la antigua. Y si valía la pena, el galán, esperaría. Me aclaró que todo dependía del sujeto, y las circunstancias, por supuesto. Si el tipo le despertaba expectativas suficientes, o sea, de cierto futuro “que se aguante y espere”. Si solo era atractivo y no daba visos de cosa seria “para que esperar a mañana”. En pocas palabras: cuánto más interesante, menos prisa. Y viceversa. Bueno, interesantes les resultaban ambos, pero para diferentes proyectos.
Para el hombre, sabemos, el proyecto es uno, y solo uno. Empieza y acaba…cuando acaba. Todo lo demás es aleatorio y puede mejorar o arruinar el plan. El único. Si todo sale “bien” hasta puede tener futuro, mucho futuro. Claro, en particular si desiste de usar el adecuado, y esencial adminículo…¡Ya sabía que caerían en el chascarrillo ese!, ya, ya…no, no hablo del cerebro. El preservativo, ¡el preservativo!

sábado, 10 de septiembre de 2011

HISTORIA DE UNA CANCION: Serrat, el catalán...

Cuando comencé a escribir VOCES, el tema que dedicaba a Joan Manuel Serrat, no sabía muchas cosas -aún no las sé, o no sé muchas otras-, y compuse el tema con una mezcla de ideas y sentimientos que recogían mis vivencias con el acompañamiento de su obra –ver el vídeo VOCES a Serrat, en youtube-. Allí en Argentina, la gente que llegó a escucharlo, en especial personas con cierta edad, se sintieron identificados. A muchos les gustó a pesar de la atmósfera melancólica que envolvía dicha canción. Era –es- muy emotiva, claro, no podía ser de otra manera, por lo menos para mí. Como cualquier fan, en más de una ocasión fantaseé dedicándosela en su presencia. ¿Por qué no?
En la época que la grabé, 1999, mis recursos eran escasos, económicamente hablando, así que tenía dos copias en cassette y una en cedé. Nada más.
Con ellos llegué a España en el 2002. Y con una idea muy diferente de la realidad española.
No es que desconociese la situación política, al menos la que nos llega a través de los medios de información diariamente. El gobierno actual –el de ese momento-, el largo conflicto con los nacionalismos…Pero no al punto de los fanatismos y sectarismos que luego, viviendo aquí, en Madrid, uno, extranjero, descubre que es el pan de cada día –el pan duro-.
En Argentina, como en cualquier sitio, hay regionalismos, localismos. Envidias, recelos, desprecios, pullas, entre gente de distintas zonas del país. Pero nadie discute si o no es Argentino. Y eso que hay una distancia enorme, cultural, política y económica entre, por ejemplo, un jujeño –norte- y un rionegrino –centro sur-. Pero eso es allá. Donde compuse esa canción llamada VOCES.
Una de las primeras cosas que hice recién llegado, fue ir hasta las oficinas del representante de mi “ídolo”, ahí en la Castellana, y les dejé el cassette, en mano, a personas que me aseguraron lo harían llegar a las oficinas de Barcelona. Por si acaso, una semana después les llevé otro. No fuese que se perdiera por el camino.
Insistente y caradura, muy obstinado la verdad, no perdí oportunidad de contactarlo. Así que por una de esas casualidades, andando por Alonso Martínez, me crucé con Sabina, sí, sí, el mismo, acompañado por un par de personas –quizá sus representantes-, él, con lentes oscuros, y aire distante, me sonrió al oírme ¡Sabina! Hablé con él dos segundos, o tres, tiempo suficiente para sacar de mi cartera la letra manuscrita de VOCES, y pedirle (¿?) “Vos que lo conocés…”
-Claro, somos muy amigos-, me dijo
-Si tenés oportunidad ¿No le darías esta letra? Es una canción que le dediqué…-
-Sí, déjamela-, me respondió guardándola en el bolsillo de su chaqueta.
-Gracias, te lo agradezco mucho…¡y un gusto enorme!-, lo despedí estrechándole la mano y hablándole ya a su perfil que se alejaba.
Las cosas hay que intentarlas, ¿No?
Escribí la letra recordando el año en el que escuché por primera vez “Tu nombre me sabe a hierba”, en la radio. Año 1969. Un verano en el que como tantos otros, viajaba con mi madre desde Buenos Aires hasta la provincia de Neuquén. El trayecto en tren era en sí toda una aventura, mínimo 24 horas, y en clase turista. Directo desde la estación de Constitución hasta Cutral-có, cuando todavía circulaban trenes a todas partes. Otro país, sin duda. El convoy atravesaba de este a oeste aquella cintura argentina. Bahía Blanca, parada de dos horas. Río Negro, el Alto Valle con sus interminables alamedas y sus plantaciones de manzanas…
“Tu voz me trae un verano,
Un aroma dulzón de manzanas…”

Eran, aquellos días, tiempos de gobiernos militares, pero la ruina económica vendría después, empezaría a mediados de los 70, con el “gobierno” civil de la Viuda de Perón, Isabel Martínez, y definitivamente con los criminales de Videla y compañía.
“Entre ruidos de amor y metralla
Tu voz me lleva de la mano…
Y me enciende otra luz de miradas
Es país que no encuentro y palabras
No dichas jamás entre hermanos
No dichas siquiera entre lágrimas…”

A través de internet, estando aún en Argentina, me contacté con unas radios de Cataluña que recibieron con agrado la premisa de un tema dedicado a Serrat. Luego no recibí más respuesta.
No les habrá gustado, pensé. Nunca se sabe.
Aquí en España la canté varias veces en distintos sitios pero me llamaba la atención que los elogios o comentarios los recibía de otros latinoamericanos…Rara vez de un español. Tan rara que no lo recuerdo.
Una vez en las oficinas del representante de Ana Belén, le dejé a éste el único cedé original con algunas de mis canciones, entre ellas, VOCES, y un ejemplar de un libro con mis letras, que había auto editado. Nada.
Y más allá de cualquier otro tipo de valoración artística, me di cuenta del “error”, la canción tenía, y tiene –no la pienso cambiar, claro-, un profundo, grave, brutal pecado de ignorancia y nada menos que en el estribillo:
“No es tu culpa la herida, el pasado,
Cicatrices, ausencias, encantos…

El acento español de tu voz catalana
En aquella Argentina feroz de mi infancia…”
Sí, estaba ahí, ahora más que nunca lo comprendo: lo que para mí era un reconocimiento, un detalle, un guiño a su naturaleza regional era…¡una ofensa! Una terrible e imperdonable ofensa. Para algunos hasta una burla. Cómo podía decir que su “voz catalana” tiene “acento español”. Cómo no sabía yo que Joan Manuel, el “Nano”, era súper, hiper, requetenacionalista…
“Tu voz me trajo otras voces,
Que me traen aún la esperanza…
La ilusión de otra vida en lengua castellana
Te la debo en mi rima, te la obsequia mi alma…”

Más agravios: “la ilusión de otra vida en lengua castellana”. ¡Castellana! No, catalana.
Las otras voces de las que habla mi canción eran las de Antonio Machado, Miguel Hernández, León Felipe…Todos poetas de lengua española. Idioma en el que Joan Manuel Serrat llegó a mis oídos. Y escribí la canción desde mis sentimientos, desde la influencia de su música y su poesía, en mí y en tantos colegas argentinos.
Difícilmente yo, y unos cuantos millones en toda la América hispanohablante, le hubiésemos prestado atención de haber cantado sólo en catalán. Dudo que “Mediterráneo”, como otras tantas magníficas canciones suyas tendría una pizca de la popularidad que gozan –y merecen-, de haberlas cantado “solo” en su –respetable, por supuesto- lengua materna.
Mea culpa: pretendía rendir tributo a uno de los grandes de la música –para mí, sí, para mí-española, y creo, compuse una hiriente tonada “anti catalanista”.
Lo mío, una nadería, salí con un tenedor y llovía sopa.

martes, 30 de agosto de 2011

Almodóvar, Garci, Woody Allen, Luppi y la política

Recuerdo cuando Almodóvar aún me divertía. Bueno, sus películas. Las disfrutaba sorprendido por el despliegue de absurdos e irreverencias, el desprejuicio. Hasta esperaba con ansia, allí, en Buenos Aires, el anuncio de la próxima. Eso hasta La Mala Educación. Ya aquí, en España. Sus claroscuros se volvieron demasiado oscuros, para mi gusto. Claro que ver en Argentina, como veía, las pelis del manchego, era transportarse a una España delirante, colorida, snob, estrafalaria; costumbrista pero no solemne, simpática casi…y uno después conoció la verdadera, y en voz de sus protagonistas auténticos, la de los ochenta-noventa. No tan divertida y con estragos perpetrados por el “caballo” y el Sida. Aquella España que observábamos, por ejemplo, en Mujeres al borde de un ataque de nervios, contrastaba con otro cine y otra España: la de Solos en la Madrugada, de José L. Garci, desde luego que por el contenido y la forma, la estética, el lenguaje, y no porque Garci no tuviese genio para tener su propio sello, que lo tiene, claro. A tal punto que es un clásico. Y Pedrooooo, no lo era. La diferencia en su momento era como la de escuchar a un talentoso concertista de piano y a un músico como Johnny Rotten, de los Sex Pistols. La misma. De hecho Almodóvar era un punky más. Luego, para mí, se volvió un clásico. Ya es un clásico. Trata de ser punk pero el esmoquin no cuadra. Y lo que antes era puro desparpajo se convirtió en un discurso ácido, pero resentido. Sin ninguna gracia. Peor aún, sin magia. Y eso para el cine es fatal. Cambio el tono de burla por uno de revancha, la ironía a veces grotesca, por el grotesco sin ironía alguna. Le pasó como a muchos grandes artistas: se acercaron demasiado al fuego de la política…y se quemaron. No hay nada más patético que ver un gran transgresor contribuyendo al discurso oficialista. Sea del signo que sea. Por qué esto no le sucede, por ejemplo, a Woody Allen. Sí, las diferencias son muchas, que sí, que sí…pero por qué –diría Mourinho-. Porque su talento jamás se ha dejado arrastrar por los cantos de sirenas ideológicas. Mucho menos partidistas. Y su crítica, su burla, su ironía no tiene prejuicios…se ríe de sus miedos, sus raíces, su entorno, y de sus prejuicios. Esa era una de las cosas que me encantaban de Almodóvar: el desprejuicio.
Es inevitable que hallemos reiteraciones en todos los autores a través del tiempo, pero eso no los hace menos brillantes. Es más, suele ser parte de la trayectoria y de su propio aprendizaje, del que luego resultan obras sublimes. Son como ondas que oscilan de arriba hacia abajo. Ojalá que la curva, para mí, hoy descendente de Almodóvar no demore demasiado en volver a subir. Quizá un cambio de gobierno en España le de nuevos bríos.

Un caso que me afecto mucho en su momento –y me duele rememorarlo-, fue el de Federico Luppi. Y por dos motivos en particular, uno: es argentino, como yo; y dos: es un actor que admiro desde joven. Quedó como la cara de una operación política, con la que podía simpatizar, por supuesto, pero no encabezar. Es el día de hoy que lo mencionan como el del “cordón sanitario”. Aquí, llevo casi diez años ininterrumpidos en España, no hay una guerra civil para tomar partido tipo “combatiente internacionalista”. La estrategia política de un partido para monopolizar el poder, estigmatizando a los opositores, es una estrategia válida en tanto no se recurra a la violencia, pero Federico había llegado, como el mismo relató en varios reportajes, después de haber sido literalmente esquilmado por el “corralito”, el cual no fue sino producto de gobiernos como el de Menem que realizaron, entre otras, privatizaciones salvajes que vaciaron al país. Muchas de las cuales las hicieron con empresas españolas en épocas de Felipe González (Telefónica, Repsol, etc, etc.). Bien por España, mal por Argentina. Pero por qué un argentino como vos, Federico, con la relevancia de tu trayectoria, con tu talento, tiene que venir a España a hacerle el caldo gordo a un sector político. Sos actor, un pedazo de actor. Quizá, es mi opinión, uno de los mejores de Argentina, y para mí, también es mi opinión, claro: te usaron.
Visceral y honesto, campechano y sin medias tintas, te dejaron como al “Chavo” cuando todos hacían silencio de golpe. Quedó tu cara y tu voz en una actitud francamente fascista: “hay que hacer un cordón sanitario”. Es decir, enfrente, quizá no te lo dijeron, había un electorado de más de diez millones de personas a las que “ni agua”. Un alcalde dijo no hace mucho, “esos tontos de los cojones que votan a…”. Después de muchos años de ser alcalde de la misma ciudad acaba de perder las elecciones. Y además, sos argentino, como yo ¿qué derecho tenemos a decirle a los españoles qué hacer o no hacer? Sí además, llegamos como llegamos…Vos con el bagaje de ser un referente artístico –por eso te usaron-, y yo, como cientos de miles, para laburar en lo que sea…Tenía ganas de decirlo –y decírtelo- desde hace tiempo, aunque soy un simple admirador de tu trabajo. Nada más.
Volviendo al tema del cine y la política, hace poco leí en twitter, a propósito de un evento de documentalistas mejicanos, el siguiente twitteo, en parte una invitación a concurrir a dicho evento: “El cine es para denunciar”. Así, sin que se les caiga un pelo. No me pude resistir y les contesté: “eso es como decir: el sexo es para procrear”. No me respondieron. Como buenos marxistas, ateos, eran religiosamente fundamentalistas, y lo mío les habrá parecido una herejía. Digo yo.