viernes, 30 de diciembre de 2011

Deportivamente hablando...de sexo.

En términos estrictamente futbolísticos ganar por la mínima diferencia -1 a 0-, y ante el rival de toda la vida, es mejor que por goleada. A quienes no les interese el fútbol no lo van a entender fácilmente, claro: se trata del goce por el sufrimiento ajeno. Y si es en el último minuto del tiempo añadido, aún mejor. Esto en el sexo no es así. El mejor resultado, para un hombre –aunque sé que muchas mujeres también estarían de acuerdo-, es “perder” 1-2, o 2-3, o 2-4…o 3-6 (vaya goleada).
Si el hombre “gana” 1-0, y desde el primer minuto, es fatal.
Un empate no solo es válido, es un gran resultado. Siempre y cuando se haya abierto el marcador, porque un cero a cero es preocupante.
Muchos al revés del fútbol, prefieren el sufrimiento propio si genera el goce ajeno.
Si en vez del fútbol, extrapolamos el baloncesto, obtenemos contradicciones parecidas: Aquí marcar un doble o un triple, en ocasiones no es lo más indicado. Es preferible que de vueltas alrededor del aro y no enceste. El juego puede seguir, y todos felices y contentos.
La equitación también tiene lo suyo. Pero depende del equino. O la equina.
Volviendo al fútbol –que tiene mucha miga, y es más popular-, de nuevo notamos extraños paralelismos a la inversa: si te muestran la tarjeta roja no solo no te echan, seguís jugando aunque te den más de siete fechas. Y los goles los podés gritar a pleno. Y a dúo.
Peligro: si te encuentras un gol en propia puerta, seguro, es que entró un “espontáneo” en la cancha. ¡Ojo! Es lo que tiene ir a jugar de visitante sin conocer previamente el terreno. Ahí sí que perder es perder.
Otra cosa: si la parás con la mano no te cuentan los segundos, pero si la sostenés mucho tiempo puede que alguien se vaya al entretiempo con cierta frustración.
En el fútbol como en el sexo se usa mucho el culo. Y no precisamente en sentido figurado, ni en alusión a la buena suerte. En el balompié es para mantener a distancia a tu marcador. En el sexo, bueno, ya sabemos…es al revés. Y aquí si vale embarrar la cancha. Depende de la estrategia o la brusquedad del encuentro.
Rivales “camuflados”: Esto a veces arruina lo que podría haber llegado a ser un gran partido. Es lo que se dice, un “tapado”. Y no sirve jugar de igual a igual. Bueno, para algunos tal vez, y les va como anillo al dedo. Justamente.
Aquí eso del “fair play” es relativo. Por eso muchos prefieren deportes solitarios. El lanzamiento de jabalina, por ejemplo. Se compite, pero el precalentamiento, el lanzamiento, y luego el festejo, es cosa de uno solo. Como las acróbatas que hacen mil piruetas sobre un banco, en apariencia, frío y tosco. Para gustos.
La cuestión es mantener el estado físico.
Claro que depende de la edad. Siempre hay que buscar lo más apropiado.
Con cierta cantidad de años encima con arrimar el bochín es más que suficiente. Es el juego de las bochas. Se anda despacito, se lanza la bocha con delicadeza, como en cámara lenta, y se juega ya, por supuesto, entre amigos. Y hasta le cuentas como te fue en tu última visita al proctólogo.
De nuevo en el fútbol. De joven podés jugar varios partidos en el día, y volver a jugar de noche, con distintos rivales y en diferentes equipos. Y mucho balonazo, y correr por la raya. Siempre por la raya. Porque hay que tener estado para subir y bajar quinientas veces. Sí, como Di María, hasta parecer un pollo sin cabeza, que cuando ven que lo van a cambiar por otro, ¡corre todavía más! Aunque para pelados veloces: Roberto Carlos. Es cierto que ahora está más para arrimar el bochín que otra cosa.
También el tenis. Hay a quienes les gusta la pareja de dobles. La recibe uno, se la tira al otro; todos se mueven, uno por detrás, otro por delante. Hay parejas más ganadoras que otras, pero divertir se divierten todos. Y al final ¡todos a las duchas!
Para variedad, lo que se dice variedad: Sumo. Que te agarro, que agarras, que te tiro, que me tiras. Un sarandeo para aquí, otro para allá. Muslos hay de sobra…y tetas también. Y lo mejor de todo: nadie se avergüenza de su tripa.

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