martes, 20 de septiembre de 2011

OBSEXIONES ORALES: siempre hablando de lo mismo...

Hace poco leí en un periódico la noticia de la remake de un viejo programa de televisión. En la nota el productor dejaba claro que “por supuesto no va a faltar el sexo, es un ítem que concita mucha audiencia”. El sexo lo es todo. Para todos. ¿Quién no piensa aunque más no sea un minuto al día en el sexo? Que no me cuenten que el monje tal o la monja cual, porque solo por negarlo lo menta. ¿Quién no se hace una pregunta con respecto al sexo, hasta la más elemental? Veamos:
¿Es igual el sexo para la mujer que para el hombre? ¿Y después de los cuarenta? ¿Y después de los cincuenta? ¿Y después…? ¿Por qué los hombres buscan tener relaciones con jovencitas? ¿Por qué las mujeres buscan tener relaciones con jovencitos? ¿El tamaño no importa? Me refiero a todos los tamaños, los de todas las cosas. ¿Importa el color? ¿Con pelos o sin pelos? ¿Y los olores? ¿Por qué habiendo un campo de hierba tan delicado insistimos en jugar la revancha en una cancha embarrada? ¿Les gusta a ellas o es un “sacrificio” en aras del bien común? ¿Es un acto de dominación o un desesperado recurso de un ser disminuido? Porque a lo mejor el tipo cuenta con un equipamiento reducido para la magnitud de la obra, pero quiere demostrar toda su voluntad, con la mejor de sus intenciones.
¿Cuánto fingen las mujeres? ¿Y los hombres? Porque el desahogo no es un síntoma de satisfacción total, más aún si lo realiza con la ayuda de una imaginación muy activa. En pocas palabras: recreando las nalgas de su compañera de oficina.
-Tengo las caderas demasiado anchas, ¿no?
-¿Qué? No, para nada, cariño, están perfectas…¿qué te pareció el “amigo”?
-Es el más grande que he visto…en mi vida…es…es…muy grande…
Grande, claro, mayorcito, dirá, casi anciano. Pero él, contento. Se lo cree.
No; por supuesto no todos son (somos) así. No tanto. Ni siempre. Mucho menos al principio. Al principio de la relación, digo, cuando vamos convencidos y anhelantes por descubrir “el nuevo mundo”. Queremos el menú completo. Con postre y todo. Vamos y metemos la boca por todos lados. La boca, la lengua, la nariz…Desplegamos toda la artillería en un afán inútil: como nosotros, ninguno. Al menos por un instante es así. La novedad. Y a veces no importan los olores ni los sabores.
Una tipa decía una vez por televisión, y en horario de tarde-noche, o sea, familiar, a un presentador ávido de confidencias, decía ella: “A mí me sabe a lejía”, refiriéndose al semen, “pero me gusta tragarlo”. Toda una princesa.
Y un tipo, en otro canal: “No quiero que mi mujer bese a los niños con la misma boca que me la chupa…por eso prefiero ir con putas”. Todo un santo, el hombre.
Se preguntarán por qué veo programas tan cutres, bueno, ver lo que se dice ver, es puro zapping. Además cuál es el problema, la realidad es que están ahí, y lo que es más importante: el sexo está ahí. Todo el tiempo.
¿Realmente las mujeres soportan mejor la falta de sexo que el hombre? ¿Se masturban menos? ¿Las pajas mentales son menos “nocivas” que las físicas? ¿Hiere más un engaño físico ocasional o un engaño mental constante?
Un amigo, ya entrado en años, me soltaba su enorme sabiduría con respecto al sexo, como si fuese todo un mandamiento: “Los mejores polvos son los de soltero, y la mejores pajas, las de casado”. Qué tal el filosofo.
¿Con cuántos polvos al mes, o a la semana, o al día, un hombre viviría satisfecho?
Pensemos: ¿Uno al día? ¿Dos al día? ¿Tres..? Contando que el domingo se descansa como ordena el mandato bíblico.
Qué excita más de una peli porno: ¿Las poses? ¿Las dimensiones? ¿El decorado? ¿La iluminación? ¿Los falsos gemidos? ¿La duración? Porque yo no sé, esos tipos no es que aguantan lo indecible sino que parece que para acabar necesitaran un sacacorchos, les ves las caras y pensás: “Este se muere”. En sus compañeras suele ser evidente la actuación. Y en algunos casos, también la incomodidad. Eso sí todos ganan muy buen dinero, así que el esfuerzo vale la pena. En ocasiones, realmente se rompen el culo trabajando. Venía medio cantado el chiste.
Qué produce más celos, en el hombre: ¿Imaginarse a su pareja con otro hombre? ¿Con otra mujer? Bueno, con otra mujer en una de esas no produce celos, sino otra cosa. En la mujer, en cambio, además de sorpresa, es lo que me han dicho, también sentirían celos sin importar el sexo. Celos casi idénticos. El engaño es engaño y punto. Dicen. Ellas.
Pero volviendo a los celos, en el hombre, y profundizando en el tema: ¿Teme que otro les dé más placer? Algunos creen que se lo brindaban cuando ellas…fingían. Hace no mucho no necesitaban fingir porque el hombre descontaba que ellas no estaban ahí para eso. Pero el tiempo cambia los hábitos. Y aunque el hábito no hace al monje, ya sabemos.
Una de las fantasías más tenebrosas para los tipos es proyectar la imagen de su pareja en una situación, para sí, excitante: El rostro ruborizado de ella acercando la boca abierta con glotonería en dirección a un enorme falo, ajeno. Ahora si lo excita o no qué cosa, no sé, pero va unido al dolor. Al igual que imaginarse los grititos de placer ante cada envestida, grititos que en realidad nunca escuchó de la mujer pero imagina serían posibles. Claro que es una pajería. Pero así funcionan (funcionamos) los hombres. Y peor.
¿Y las mujeres?
Una decía, en la tele, sí, también, también…”A mí lo que más me dolería es que se “enamorase” de otra”. ¿Solo eso? Un amigo que conozco le hubiese respondido: “No te preocupes, mi amor, que enamorar, lo que se dice enamorar, ni loco...quedate tranquila, es una aventurita, nada más…”. Porque el tipo es así de noble.
¿Es una cuestión de “justicia”? ¿De igualdad? A ver: ¿Qué les duele a las mujeres en equivalencia a un dolor de testículos después de un calentón interruptus?
Vas a cenar, luego unas copas con morreo, luego morreo de regreso, luego…”No, esta noche no”. El personaje ya tenía la bala en la recamara, y el cargador lleno. Próximo campo de tiro, el wáter. Una amiga me contaba –no, no trabaja en la tele-, que para ella una buena cena, unas copas y un par de besos eran más que suficientes, por ser la primera noche. Que si bien podría avanzar más, y en alguna ocasión lo hizo, le encantaba ese toque de romanticismo, a la antigua. Y si valía la pena, el galán, esperaría. Me aclaró que todo dependía del sujeto, y las circunstancias, por supuesto. Si el tipo le despertaba expectativas suficientes, o sea, de cierto futuro “que se aguante y espere”. Si solo era atractivo y no daba visos de cosa seria “para que esperar a mañana”. En pocas palabras: cuánto más interesante, menos prisa. Y viceversa. Bueno, interesantes les resultaban ambos, pero para diferentes proyectos.
Para el hombre, sabemos, el proyecto es uno, y solo uno. Empieza y acaba…cuando acaba. Todo lo demás es aleatorio y puede mejorar o arruinar el plan. El único. Si todo sale “bien” hasta puede tener futuro, mucho futuro. Claro, en particular si desiste de usar el adecuado, y esencial adminículo…¡Ya sabía que caerían en el chascarrillo ese!, ya, ya…no, no hablo del cerebro. El preservativo, ¡el preservativo!

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