lunes, 22 de agosto de 2011

VIAJE AL FONDO DE VIEJBOOK

El Viejbook es una herramienta increíblemente viva, sí; viva. Es como la televisión por lo adictivo. Pero la televisión en dónde actuamos todos: gordos, viejos, tontos, pillos. Todos. Es nuestro propio reality. Por lo cual es doblemente adictivo. Uno de los ejercicios más arriesgados es bucear en el pasado –esto es algo de lo que ya he hecho alguna aproximación anteriormente, ahora a fondo-.
-Mirá cómo está la Carmen ¿te acordás que era re flaquita? Pobre…
Otra:
-¡Qué hijo de puta el Juanjo! ¡Director del Hospital! ¡Pero si era un borracho! ¡Qué increíble!..Yo a ese hospital no iría ni en coma ¡El Juanjo! Lo que serán los demás…
La verdad es que al “Juanjo” no lo vemos desde hace más de treinta y tantos años. Lo único que sabemos de él es que estudiaba medicina ¡y ahora es Director del Hospital “Mengueche” en un pueblo perdido a la buena de Dios! Todo lo que le pasó al tipo a lo largo de más de treinta años lo soslayamos. Vamos de aquel agujero de nuestra memoria a esta síntesis virtual del Viejbook en un abrir y cerrar de ojos. Y no podemos evitar trazar un paralelismo con nuestras existencias. Como cuando vemos en la tele a un actor o un músico y decimos: “Este ya debe estar lleno de guita, hijo de puta”. Lo puteamos gratis. Y sin fundamento. Aunque no lo deseemos, hay cosas que nos despiertan resentimientos muy íntimos. Hasta con “la Carmen” ¡Qué nos importa si está excedida de peso o no! Quizá es más feliz que nunca la mujer. Y nosotros con lo nuestro: “¡Pobre!”. Pobre nosotros.
Pero no podemos sustraernos de la atracción –y distracción- fatal. Cada tanto, cuando las neuronas se conectan de forma debida, nos “viene” un nombre y chau. Otra vez caímos en la trampa. Los éxitos o desventuras de gente tan lejana en el tiempo, y en el afecto, no debiera producirnos más efecto que el que nos causa una cara desconocida de las millones que hay en la red: nada en absoluto. Ni fú ni fá.
Claro el tema es uno. Uno quiere saber cómo sale en la peli. Si de triste, de bobo, de ultra. O amargado. O peor: fracasado. Si miramos las vidas de antiguos conocidos y la juzgamos con tal severidad, no podemos menos que pensar que con nosotros hacen lo mismo. Y lo hacen. Ni lo dudes.
-¡Uh! Mirá a Jorgito ¡Cómo está! ¡Y ya tiene todo el pelo blanco! ¡Pobre!..
¿Pobre? Andá a la c..de tu m…p…del…o…
Es parte del reality, y si uno se metió en el juego, hay que aguantárselo. Pero lo mejor es no andar dándose manija con lo que opinarán de uno por ahí gente que no vemos desde hace mil años. Por algo dejamos de vernos, ¿no?
Y los/las EX.
Eso es para un capítulo aparte. Por lo general es allí donde más hincamos nuestra curiosidad. Además, es lógico, que sus nombres resuenen en nuestra memoria con mayor nitidez. Y cuánto más remota y profunda haya sido la relación, más aún. Será que sirve para evaluar cuán equivocados estuvimos o no en la vida. Para algunos una terapia y para otros un simple acto de masoquismo puro y duro. Casi siempre sacamos conclusiones vanas. Porque no tenemos ni una mínima prueba elemental, con la que concluir que nos hubiese ido mejor. Ninguna. Bah, sí, si nuestra realidad actual es una perfecta miseria, y que cualquier otra “cosa” –pensamos- habría sido mejor. La “cosa” o el “coso” sonríen beatíficamente en su perfil correspondiente.
Muchos y muchas van más lejos. Tantean, mensaje mediante, la permanencia de alguna brasita viva de aquel lejano idilio, un pequeño rescoldo, de cintura para abajo mejor. Aunque más no sea para reeditar unos polvos que trajeron estos lodos. O no lo trajeron, pero valieron un recuerdo. O pueden valer un polvo. ¿Acaso no se vuelven a juntar viejas bandas de rock para reeditar éxitos antiguos, y se hacen remake de grandes películas? Bueno, el Viejbook es la pantalla de los desconocidos, es nuestro Hollywood, somos las estrellas…

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