martes, 28 de agosto de 2012

DE OGROS, BRUJAS...Y DE MI


De regreso de unos meses de ausencia “cincuentaunera”, en los cuales viví fabulosas aventuras y no menos magníficas experiencias que a continuación pasaré a relatarles…sería lindo empezar así. Pero no. No escribí nada en mi blog porque mi cerebro, o lo que queda de él, se ha encontrado un tanto desierto. O superpoblado de contingencias cotidianas de ínfimo, o nulo, interés público. Que para el caso es lo mismo. Pero no he dejado de cruzarme con ogros y brujas. Y hasta de intercambiar “opiniones” con ellos, (entrecomillo porque la verdad más que opiniones son resuellos y exabruptos). De hecho, J.R.M.G., ogro si los hay, se paró delante de mi con el rostro más atribulado que de costumbre, y sin siquiera soltar un “buenos días”, me lanzó un ronco y humeante: ¡Una mierda! ¿Sabes qué? ¡Una mierda! ¿No decías tú que alejarse un tiempo arreglaba el asunto? ¿Te acuerdas? Antes del verano…se fue de vacaciones ¡un mes! ¿Y cómo ha vuelto? ¡Como una bruja! Que le tenía la casa hecha una chabola, que olía, que no se me puede dejar solo…
El siguió pero yo ya no lo escuchaba. Además me reclamaba a mí como si fuese su terapeuta…o el cura que los casó. Le di un par de palmaditas en el hombro y huí. Me arrepentí de ser entrometido. Aunque la vez que hablé con él solo le di mi opinión, no es que pretendiera aconsejarlo. Pero se ve que el tipo se lo tomo muy en serio. Tanto, según me enteré luego por M.C.R.P, una bruja vecina, que el hombre se gastó hasta la última moneda para “darle vacaciones” a su mujer, y a sus dos niñas, y a la vuelta no había en la nevera ni un huevo ni dinero para comprarlo.
M. la excusó a su vecina largándome a mí el fardo de lo terrible que somos los hombres con el manejo de la “pasta”, que somos un desastre total, que sabemos ganarlo pero no nos dura, que si no fuese por ellas viviríamos al pairo, y mugrientos, en fin. Se desahogo. El marido de M. es un tipo calvo, de aspecto pulcro y gestos de timorato. Una vez me dijo: se ve que usted es un hombre con carácter. Me dio pena. Primero porque se confundía, soy bastante cobarde y tímido. Segundo porque me dio a entender que él vivía sometido.
De todos los ogros y brujas con los que me cruzado en estos últimos tiempos no escuché otra cosa más que rezongos, insultos, acusaciones mutuas…bah, lo de siempre. Ninguno parece haber registrado la crisis, las revueltas árabes, las pavorosas matanzas en Siria, (la verdad, toda la izquierda universal tampoco parece darse por enterada), los anuncios de apocalipsis variopintos, ¡el cacharrito con ruedas que recuerda a “Las Crónicas Marcianas”!, las algaradas nacionalistas, populistas o racistas (Grecia), la muerte de la atleta Somalí (Samia Yusuf Omar) que intentó llegar a Lampedusa en patera para –dicen- participar en los juegos de Londres…Nada. Los ogros y las brujas, en sus microcosmos.
Una bruja me preguntó: ¿y tú qué?
-¿Yo?
-Sí, tú…que tanto te gusta criticar…¿qué? Seguro que eres un ogro de lo peor, ¿por qué no hablas de ti? ¿Estás casado?
(Me pareció que me lo preguntaba con otro interés, mal pensados como solemos ser la mayoría de los tipos…como yo. Y mentí).
-Pues no…-, y sonreí tontamente haciéndome el pícaro. Error. La bruja me caló al instante.
-Deberías…y después ponte a hablar de los demás-. Y se fue, meneando el culo, ofendidísima.
No era mi intención liarme con esa…bruja. ¡De verdad! Uno actúa por instinto, nada más. Pero es cierto que muchas mujeres se ven más atractivas cuando se ofuscan que cuando nos miran con un cierto hilo de baba. ¡Ah! Que la baba solo era cosa de hombres…no, no, de ninguna manera. ¡Hasta los ogros y las brujas babean! A su modo, claro.
Esa noche me paré a observarme fijamente en el espejo. Mucho más que de costumbre. Al punto que mi mujer golpeó la puerta del baño y me preguntó si me sentía bien. Cosa que no hace casi nunca. Debí haber estado en silencio demasiado tiempo. Salí rápido como si me hubiesen pillado en algún renuncio, y la miré fijamente a los ojos, (creo que la asusté un poco)
-¿Qué pasa?-, susurró.
-Dime la verdad ¿para ti soy un ogro?
-Claro-, respondió con una sonrisa, -pero no todo el tiempo-, aclaró –sino hace mucho que te hubiese mandado a la mierda…yo también soy un poco brujita, ya sé, pero es lo que hay…como las lentejas…-
-Qué…
-Las tomas o las dejas…
-No; me refiero a eso que soy un “ogro”…
-Tú eres el que habla todo el tiempo de eso…deberías saberlo mejor que nadie, ¿no?
-Hoy “una” me dijo algo parecido…
-¿”Una” qué?
-Y…una…bruja…
-¿Estaba buena?
-Nooo…no te he dicho…era una bruja…

(Está historia continuará)
(Eso espero)
(Sí, creo que si…)
(Si, seguro que si…)
(Si)


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