miércoles, 23 de noviembre de 2011

SEXOGRAFIA: Matrimonios de "BRUJAS" y "OGROS"

¿Cuánto tiempo le lleva a una mujer convertirse en “bruja”?, preguntó uno con picardía, y ante el silencio curioso del otro respondió: veinte años de matrimonio. Le conté el chiste a una mujer y me sugirió algo muy interesante: un poco más de lo que le lleva a un hombre convertirse en un “ogro”, ¿no?
Llevaba razón. Y cuánta. Siempre que miremos a través de los ojos de unas y otros, por ejemplo: La “bruja” puede ser en realidad una dulce y apasionada amante, decidida a todo, siempre y cuando el ser indicado –el menos esperado- acerque su mechero a la pólvora que el “ogro” imaginaba definitivamente extinguida. Y ¡oh, milagro! Ahí estaba la sonrisa compasiva y amorosa que se escondía tras el gesto de disgusto automático y mal disimulado –lo suficiente como para ser percibido de todas formas-, la caricia espontánea y comprensiva, el guiño y la atención verdaderamente interesada, y lo más importante de todo: el brillo en la mirada. Si hay algo que hace detectable a la “bruja” es la opacidad de la mirada hacia su “ogro”. Y viceversa.
El brillo en la mirada es la vida. Es el futuro.
Es el brillo que puede durar lo que un hechizo. El mismo que nos vuelve “ogros” y “brujas”. Y es el día y la noche. Extremos del amor pasado por el tamiz del matrimonio. El cual se convierte, la mayoría de las veces, en “patrimonio”. Un activo, o pasivo, que “está ahí” después de un intenso y laborioso trajinar de años. Como en los versos del himno nacional Argentino: “…que supimos conseguir”. Y que sean eternos los “laureles”. Solo ellos. Por que el “patrimonio” se perderá un día. Y se llorará su pérdida, claro. Y también las excusas.
Entonces ¿era amor? Digo, entre “ogros” y “brujas”. Claro que sí, ajado tal vez, mustio, hasta sombrío. O confundido por los remolinos del tiempo. Era amor. Lo demás son excusas: Que por los niños, que por comodidad, hay muchas cosas en común –bienes-, etcétera.
Solo nos enamoramos una vez por cada vez, y al principio. Es la “soldadura” del amor. El chisporroteo y el rojo vivo de la costura dura lo que tiene que durar para unir dos piezas, a veces muy diferentes, tanto que la soldadura no tarda en romperse. Materiales incompatibles, aleaciones parecidas, pero solo eso, parecidas.
Y al final: “brujas” y “ogros”.
¿No era el sexo? No. Un hombre puede tener “buen” sexo con cualquiera, pero al día siguiente no quiere ni acordarse del asunto, o solo lo hace para florearse con un amigo. Con “su” pareja es distinto, al día siguiente se siente “dueño y señor” para planificar un poco la mañana, y quizá también la tarde-noche…
En la mujer, la intimidad con “cualquiera”, no. Hay excepciones, por supuesto, y oficios. Pero las mujeres, para empezar, planifican antes, durante y después. Quieren tenerlo todo, o casi todo, “seguro”. Medido, catalogado, guisado, atado…seguro. Para eso disponen de una capacidad cerebral mayor que la de un hombre: los estudios científicos constataron que la parte dedicada al sexo en el cerebro de un hombre es dos veces y media mayor que en el de una mujer. Supongo yo, no lo dicen los científicos, que en algo ocuparan las mujeres ese espacio extra, si no está en el sexo, en qué ¡pues en escanearnos a nosotros y a sus congéneres! Y hay que tener mucha cabeza para procesar tanta información. Es una cuestión de “seguridad”. Es el elemento clave. Aunque la realidad se empeñe en contradecir tanta teoría. La realidad es que no hay método. La realidad es que el amor varía de persona a persona, y de pareja a pareja. Solo tenemos “muletillas” para no chocarnos como ciegos en la multitud.
La realidad, ese entorno que nos ha tocado –y a veces creemos modificar- esta atiborrado de “muletillas”, cegueras y contradicciones; aquello que queremos oír para justificar nuestros argumentos. La mayoría de ellos insostenibles, prestados de vidas ajenas tan distantes de las nuestras que es imposible reconocer su procedencia genuina.
Ahora las preguntas son: ¿Cuándo empezamos a convertirnos en “brujas” y “ogros”, y viceversa? Y más importante aún: ¿Por qué?
La rutina, me dijo alguien. El aburrimiento, agregó.

ENGAÑOS y DESENGAÑOS ENTRE BRUJAS Y OGROS.

El “ogro” está cómodo con su “bruja”. Está ahí. Comparte o asume la total responsabilidad en los asuntos que el “ogro” se siente incapacitado, a saber: La economía hogareña, la educación de los hijos, el aseo –hasta la del propio “ogro”-, la planificación de vacaciones, de vivienda, en fin…Y hasta cumple con el ritual amoroso. El “ogro” satisfecho. Total, para embelecos y pasiones furtivas y perecederas, otra. Sea del trabajo, de la calle, del autobús. Otra.
Claro que suele pasar que “esa otra”, si ella lo ve interesante, pretenda erigirse en la única a sabiendas que se llevará a uno que deja de ser “ogro” para convertirse en “indeseable”. Lo que lo vuelve más manipulable, ya que un hombre que a cierta edad toma esa decisión queda en un estado de indefensión total. Temerá más que a la muerte una mínima zozobra de la “nueva embarcación”. Aunque ésta solo sea una frágil balsa en medio del océano.
¿Y la “bruja”?
Cuando la “bruja” da el salto es porque ya lo calculó con infinidad de variantes. A diferencia del hombre, ella no teme al futuro. No solo eso: se siente más segura y fuerte que nunca.
Me decía una mujer de unos cincuenta y tantos, abogada, para más datos, y recién separada: “Por fin me quité al “Pepito Grillo” de encima…¡y hasta tengo todos los armarios para mi sola!”. El “Pepito Grillo”, su ex, claro. ¿Qué ella lo había dejado? No. ¡El se fue con su secretaria! (lugar común si los hay) Y la abogada tan feliz y contenta.
La libertad tiene para la mujer un significado mucho más sólido y amplio que para un hombre. Así que cuando se les da la oportunidad, o la toman ¡Olvídate! Ellas lo han rumiado de un modo que al hombre le costaría siquiera pensarlo. Lo han hecho incesantemente, con una constancia y una precisión de cirujanos. No por eso actúan con “justicia”, pero lo van a hacer sin piedad, y sin importarles el de enfrente, al menos, no profundamente, ya habrán desalojado para entonces de sus almas cualquier resquicio de conmiseración hacia el ya definitivamente ex. Para eso se tomaron su tiempo, buscando con lupa dentro de sí algún resto de cariño que llegado el momento pudiese afectar la resolución del caso. Es cierto que muchas veces hay intentos parecidos al “salto”, pero son solo pruebas; como la carrera que realizan los saltadores olímpicos. Van una vez, otra…están midiendo la tensión muscular justa. Pero para ese momento ya estaban muy preparados.
En los hombres –“ogros” o no -, el “salto” siempre es con ayuda. Aún en aquel tango “Justo el 31”, hay un dejo de auto compasión y rabia, y despecho. Por un lado se alegra de que la mujer lo haya dejado, se haya ido. Pero el fue incapaz de marcharse aunque la mujer que describe era casi el mismo demonio. El tipo no la deja. Solo cuando ella lo abandona, el malevo se despacha a gusto, y bronca, resentido hasta lo más hondo. Un ejemplo universal de la condición masculina.
En el mundo occidental, por lo menos, las mujeres equilibraron la balanza. Y aunque el mito de su “frágil” naturaleza con respecto a la del hombre nos ha enseñado un “ser débil”, la realidad es con mucho, muy diferente. Mental y físicamente la naturaleza las ha provisto de una fortaleza, más poderosa aún porque no lo aparentan. Lo contrario del hombre. Justo lo contrario. Y esa “fragilidad” masculina es la que ha construido miríadas de leyendas y prejuicios. Un cuerpo que está “preparado” para llevar dentro de sí otro cuerpo, alimentarlo, y protegerlo…dista mucho de lo débil. Aunque sobre todo para sectores religiosos siga siendo “devil”.

ADIOS de OGROS y BRUJAS

Un hombre separado siempre tiene un aire de “niño abandonado”, aunque se haya ido por propia voluntad –también los hay-. Siempre tiene un ojo en el hogar perdido. Siempre cree que “su propiedad” – la ex¬- sigue siendo parte de “su capital”, algo “suyo”. Por eso deambula, aún con amantes, pensando siempre en recuperar el “trono”. Y aunque lo piensen de un modo inocuo, lo piensan. Eso les da un rictus, un destello, una mueca de nostalgia y pena, poco compatible con un “volver a empezar”. Como el malevo del tango, parecerá contento de que la fulana se haya llevado hasta el cordel de colgar la ropa. Pero su alma está llena de piedras, al igual que la de los perros que se recogen en sitios de abandono. Siempre que te acercas para acariciarlos meten la cola entre las piernas temerosos del palazo. La “paliza” no se olvida nunca.
En las mujeres que ya dejaron de ser “brujas”, el disfrute de su “nueva” realidad las abstrae por completo. ¿No han notado nunca que los rostros de las mujeres separadas tienen un aire de paz y plenitud, que rara vez vemos en un hombre? Sus ojos tienen brillo. La mayoría se ha aprendido la lección, y es muy difícil que se equivoquen de nuevo. No en lo de volver a casarse, el de perder su independencia. Lo que sí les dificulta encontrar un hombre que acepté tal cosa de buen grado.
El hombre no tarda nada en colocarse él solito un nuevo arnés. Si se sentía que vivía bajo un yugo, lo más seguro es que se encadene con más candados. Creyendo que así sí, la cosa va a durar. Si antes con la “bruja” sentía celos de todo, con la “nueva” es un sin vivir. Y una resignada aceptación del “destino”. Del “qué bueno que me la quite de encima”, se pasa al “al menos me esperaba con comida caliente”.
Y luego al “al menos me esperaba”. La “nueva” tiene un tácito constante: “te estoy salvando”. El hombre es, por fin, consciente de que los recursos no son inagotables, y para peor: ahora es una mezcla de “ogro” y chucho apaleado.

LA “VOZ” de la SABIDURIA

Un anciano me decía una vez, con voz grave y en tono de confidencia, como si quisiera transmitirme una sabiduría que no le había solicitado pero que él estaba dispuesto a dejarme de “herencia pa`un hijo gaucho”, era algo así:
-Detrás de una “bruja” puede haber una “femme fatal” (o una mujer apasionada). Pero detrás de un “ogro”, un narcicismo en franca decadencia (un fracasado).
Y agregó, como poniendo su firma: “ninguna mujer quiere vivir con un fracasado…o un poeta. ¿Vos me dijiste que eras periodista, no?”.

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